Lo que hacen otros

Normalmente, aquí os cuento lo que pasa en mi aula, o en mi centro. Pero hoy quiero contaros algo que nosotros no ponemos en práctica en mi centro, hoy quiero contaros lo que hacen otros.

Hace un par de cursos que colaboro con un proyecto que llevan a cabo en el cole de mis hijos. Es una actividad llamada Grupos Interactivos, y está dentro de un proyecto europeo más amplio en la línea de la escuela inclusiva, las Comunidades de Aprendizaje. Suena complicado, pero no lo es. O al menos no es complicado para los niños, organizarlo ya es otra cosa.

La base es la siguiente: la clase se divide en cuatro o cinco grupos, de unos cinco o seis alumnos cada uno, y cada grupo está asistido por un voluntario. Estos voluntarios pueden ser bien padres, abuelos, antiguos alumnos del cole, pero también personas ajenas al mismo. La única condición es querer participar. La idea es que la comunidad, el entorno del centro, se implique en la educación de los niños. Yo participo como voluntaria. Con muy buen criterio, las profes han decidido que los padres no vayamos a la clase de nuestros hijos, sino a otra diferente. Como docente, y aunque me encantaría ir a clase de mis nanos, creo que es muy buena decisión, porque ir a una clase donde los niños conocen a todos los voluntarios porque son los papás de sus amigos desvirtuaría un poco el tema.

Otra cosa que no os he contado es que los voluntarios estamos obligados a guardar confidencialidad con respecto a lo que hacemos en clase, y con respecto a los niños. Eso es importante para no poner etiquetas sobre los niños, y eso es más fácil si no los conoces previamente.

Los voluntarios tienen como cometido moderar al grupo, en ningún momento ejercen función docente, sino simplemente animarles a participar y controlar un poco el funcionamiento de la actividad. Durante la misma, además, completan un formulario de evaluación, que os explico luego un poquito.

Las áreas que se tratan de este modo son del ámbito lingüístico, y de matemáticas. Así que la actividad se desarrolla así: cada uno de los voluntarios tiene una actividad diferente (por ejemplo, uno o varios problemas de mates). Cada grupo de niños empieza con un voluntario, y deben resolver la actividad en un tiempo determinado, y en ese momento, cambian de voluntario, y de actividad.

La premisa es que nadie puede avanzar en la actividad hasta que cada uno de ellos haya terminado con éxito el problema propuesto, y para eso deben intentarlo primero por separado, y si hay alguien que no puede resolverlo, sus compañeros le orientan para que lo entienda, y pueda terminar, pero claro, sin resolverlo por él. Esta parte es genial, porque tienes desde el niño que tapa el ejercicio para que el resto no lo vea (porque la profe les ha dicho que tienen que intentarlo solos primero), hasta el niño voluntarioso que está todo el rato preguntando a sus compañeros si lo han entendido o si puede ayudar.

Para finalizar, el voluntario debe asegurarse de que todos los niños lo entienden pidiéndoles que lo expliquen en voz alta para todos, o que comparen resultados o formas de resolver el problema. Y en la evaluación, se anota el grado de participación, su comportamiento, el grado de consecución, etc. A veces, el objetivo no se logra, porque han pasado tanto tiempo discutiendo que se acaba el tiempo, o porque uno de ellos no acaba de ver el problema, y se les agota el tiempo. No pasa nada, se anota en la evaluación, y se cambia a la siguiente actividad. La condición es que ningún niño se quede atrás.

Es alucinante verles discutir, ayudarse, y explicar algunas cosas a los compañeros que tienen más dificultades. Una de las claves de esto es que los grupos deben estar equilibrados, no puedes tener un grupo con los mejores de la clase y otro con los que tienen más dificultad. En cada grupo debe haber de todo.

Y trabajando así, he visto niños de ocho años resolver con éxito problemas de lógica que eran sistemas de dos ecuaciones con dos incógnitas, solo que ellos no sabían que lo estaban haciendo. De verdad que algunas veces flipaba con esto. 
Y sobre todo, he visto el trabajo brutal que hacen las maestras de primaria (porque, al menos en el cole de mis hijos, son mujeres mayoritariamente) con los niños que tienen a su cargo. En muchos sentidos. Y he visto cómo quieren a sus alumnos, y lo orgullosas que están de ellos. Y la asombrosa cantidad de recursos pedagógicos que tienen, y que usan en el aula.
Y las de infantil no se quedan atrás, consiguen cosas alucinantes con los niños con los que trabajan, a esas edades.

Y los niños las adoran. Literalmente. Lo que les transmiten se convierte automáticamente en verdades absolutas para ellos, ésa es la importancia que les dan a sus maestras. El tema de los padres ya es otra cuestión. Hay que oírlos, a veces, pero vivimos en un país en que todo el mundo es seleccionador de fútbol, presidente del gobierno, y maestro. Pero hay que tener en cuenta que yo tengo un sesgo aquí. Yo soy profe.

¿Sabéis cuál es la mayor dificultad con la que se encuentran las profes a la hora de montar la actividad, lo más complicado de todo? Encontrar voluntarios. Como lo oís. Encontrar cuatro o cinco personas que vayan los miércoles a colaborar durante una hora y media. Me cabrea un poco, porque sé de primera mano que hay gente de sobra que podría ir, pero siempre acaban yendo los mismos cuatro o cinco, con lo que alguna vez las profes tienen que suspender la actividad, porque alguno no puede acudir. Y lo anulan con una sonrisa y diciendo que lo comprenden, después de todo el follón de la organización, y pese a todo el trabajo que hay detrás. Para que luego, en la puerta del cole, algunos se permitan opinar sobre las capacidades de los maestros de sus hijos.

Para mí, que en este caso sólo voy como voluntaria, es muy gratificante. Y luego los nanos te saludan por la calle (es lo que tiene vivir en un pueblo, que te los encuentras todo el rato), y cuando hacen reuniones con sus profes para hablar de esta actividad, una de las cosas que más valoran es que vayamos a clase. Y las profes nos cuentan que están toda la semana esperando que haya Grupos Interactivos.

Como final, os contaré que Ana (que es la maestra a cuya clase iba estos dos cursos) me dijo a final del curso pasado que todos los alumnos del grupo habían alcanzado el nivel de competencia matemática para el curso en el que estaban (cuarto de primaria, o sea, nueve años), cosa que no siempre se logra. Parece que hay un test nacional estándar que puedes pasar a los niños a final de curso para saber esto. Y, sin violar la confidencialidad a la que estoy obligada, os diré que es un logro impresionante.

Si a alguien le interesa el tema, en este enlace está la web de las comunidades de aprendizaje, en la que se explica mejor que lo he hecho yo cómo funciona este sistema.





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