El final de curso es muy raro (lo creáis o no)

Si leísteis la última entrada (y yo diría que sí, porque es de muy lejos la entrada más visitada de todas las que he escrito), me oiríais quejarme de algunos tópicos que se nos atribuyen a lo profesores, en un tono... llamémosle irónico.

Al margen de que me divirtiese más o menos (más) escribiéndola, o que exagerase un poquito en algunos aspectos, sí que es verdad que la fecha que marca el final de las clases cambia el ambiente de los centros por completo.

Tenéis que pensar que, durante todo el curso, nosotros funcionamos a golpe de timbre. Suena el timbre, y te toca cambiar de aula. O tienes guardia, o reunión, o una de esas horas de tutoría. O tienes que ir a almorzar, porque en treinta minutos te espera el siguiente grupo en clase. Este ritmo no cambia, ni siquiera en época de exámenes, previo a la evaluación. Esto no es como en la Universidad, en la que se suspenden las clases para los exámenes. Nosotros cuadramos los exámenes en nuestras horas reales de clase. 

De modo que, durante todas las semanas del curso, tú sabes que el lunes tienes dos horas de Nutrición y Seguridad Alimentaria con segundo del grado superior, y el martes otra más, y además dos horas de Biotecnología con primero, y el miércoles toca trabajar dos horas en el blog con los del grado medio... y así hasta el viernes. Y el lunes a empezar otra vez. Pura rutina, si no fuese porque los contenidos que tratas en cada una de esas horas, y las actividades que preparas para tratarlos, varían cada día. Una rutina cambiante, diría yo. Pero totalmente marcada por las horas, y los timbres.

Cuando se acerca el final de curso, a eso hay que añadir actividades que se solapan con las clases: por ejemplo, empieza la preinscripción. Otra cosa que hacemos en esta época es preparar, poner y corregir los exámenes de la tercera evualuación, y sacar las notas corriendo porque la semana siguiente hay que preparar, poner y corregir los exámenes de la convocatoria ordinaria (los finales de junio de toda la vida). Porque en unas semanas, hay que preparar, poner y corregir los exámenes de la convocatoria extraordinaria (los exámenes de septiembre de toda la vida que ahora son a final de junio o en julio).

Mi calendario de fin de curso (real como la vida misma)


Sin perder de vista que eso (hasta la convocatoria ordinaria), lo seguimos haciendo a golpe de timbre. El último día de clase se reparten los boletines (de la convocatoria ordinaria), y ahí es donde todo cambia.

De repente, ya no hay más timbresTu tiempo deja de estar marcado cada cincuenta minutos. Y de repente, ya no hay alumnos. No es que no queramos que se vayan (pese a la creencia general, estos días son de bastante trabajo en el instituto), pero un instituto sin alumnos es un lugar peculiarEs como entrar en un edificio fantasma.

Yo solía ir al instituto con mi padre o con mi madre en esa época del curso, cuando era pequeña (los dos son del gremio, él en la pizarra y ella en secretaría), y la sensación que tenía era de tenerlo todo para mí. Las pizarras, las aulas, los pasillos, los laboratorios... y ahora mis hijos hacen lo mismo. Es corriente ver hijos de profesores en los centros en estos días (porque ya han acabado el cole, y algo hay que hacer con ellos), así que los días que no tienes mucha faena, o alguna faena no muy seria, como romper papeles, te los traes. Y rompen papeles, y dibujan en la pizarra, y corren por los pasillos.

Y en estas semanas que quedan de julio, pues hacemos de todo un poco: ordenamos y limpiamos los laboratorios, los armarios, acabamos las memorias y los seguimientos de las programaciones, preparamos los horarios para el curso siguiente, y aguantamos la respiración hasta que tenemos datos de preinscripción y de matrícula. Aclaro esto último.

El número de profesores que trabajan en un centro depende directamente de la cantidad de alumnos que se matriculan, al menos en Formación Profesional. Hay módulos que se desdoblan (es decir, que tienen a dos profesores en el aula) sólo si el grupo pasa de 18 alumnos. Si no, sólo se necesita un profesor. Así que la presencia de muchos compañeros (que son interinos o que están esperando destino definitivo) depende de cuánta gente decide matricularse en tu ciclo formativo. Si éste número es muy pequeño (muy muy pequeño) durante varios cursos seguidos, Consellería puede tomar la decisión de cerrar el ciclo. Eso amenaza directamente los puestos de trabajo, no sólo de los profesores interinos, sino de los fijos también (en el caso de los fijos, sólo la ubicación, para los interinos, pueden hasta quedarse sin trabajar ese curso).

Lo sé porque nosotros hemos estado ahí. Paradójicamente (o no tanto), a nosotros la crisis nos trajo más alumnos, pero antes de la crisis hubo años en que lo pasamos muy mal, muy muy mal. Por suerte, hemos remontado, y en los últimos años llenamos los grupos y nos quedamos con lista de espera. Pero eso hay que comprobarlo cada final de curso. Y puede pasar cualquier cosa. Yo paso todos los días por secretaría a contar preinscripciones. Y a veces te llevas sustos.

Puede parecer una tontería, pero para mí es una época muy estresante. Prefiero mil veces la rutina de las clases que la libertad (relativa) para poder organizarte que dan estas semanas. Nunca he llevado muy bien la incertidumbre. Empiezo a respirar otra vez cuando ya sabemos si hay o no desdobles, y cuando los horarios están más o menos claros. Por eso, cuando alguien te pregunta con toda su buena intención (o no) si estás de vacaciones, yo me enciendo. Porque, por mucho que lo expliques, el otro no se queda convencido del todo, nunca, a no ser que sea del gremio. Y además se lo ves en la cara. Yo ya he renunciado a explicarlo. Me limito a decir "no, mis vacaciones empiezan en agosto", y punto. Bueno, y ahora a escribir entradas sobre el tema en un blog, un poquito sarcásticas.


Por lo demás, todo lo que adelantemos ahora, son cosas que ya tenemos listas en septiembre, cuando volvemos. Yo prefiero venir más ahora, y dejarme temas cerrados, que tener que correr en septiembre, porque en septiembre tienes la fecha de inicio de curso que vuelve a meterte en los horarios habituales, y los alumnos vuelven a estar por allí, y hay que atenderlos.

Y vuelves a los timbres, y a la rutina. Pero ésa es otra historia, que toca contar cuando acabe el verano.


Tú ya estás de vacaciones, no?

Probablemente, a estas alturas ya os habréis dado cuenta de que soy funcionaria.

Convertirse en funcionaria es un problema, porque, fueses como fueses antes de aprobar la oposición, esta transformación implica irrevocablemente pasar a ser una persona perezosa y acomodada, sin aspiraciones o ambición. Tengo trabajo de por vida, así que para qué me voy a esforzar, verdad?

Además, soy del peor tipo de funcionaria que se puede ser (por detrás, claro, de los funcionarios de ventanilla). Soy profesora, lo que implica que tengo muchas vacaciones, y mucho tiempo libre. Por favor, tomad nota los que estéis dudando sobre si vais a opositar a educación, porque éste es el factor determinante.

Y por si faltase poco, soy profesora de Formación Profesional. Una pasada. En el tercer trimestre, mis alumnos de segundo se van a las prácticas (si aprueban todos, pero eso lo decido yo, sabéis?), con lo que ¡no tengo que darles clase!

Sabiendo que en mi persona se combinan estos tres factores, imaginad la clase de persona que soy. Una joya.

El día 16 de junio, acabaron las clases de este curso. Por si no lo sabéis (aunque lo sabe todo el mundo), parece que esto quiere decir que yo ya estoy de vacaciones. Cuando digo que lo sabe todo el mundo, quiero decir todo el mundo, incluyendo a mi peluquera, los de la panadería, los otros padres de la clase de mis hijos, pero también amigos míos de toda la vida, que ya me conocían antes de opositar, y me siguen tratando y todo, pese a mi transformación.

Vamos por partes. 

Mi horario. Tengo un horario fantástico, de 37 horas y media semanales, de las cuales sólo 25 se hacen en el centro obligatoriamente, y de las mismas, 20 son lectivas (o sea, de clase), como mínimo. Eso quiere decir que doy el equivalente a 20 conferencias de una hora a la semana, ante un público que no sólo no ha comprado entradas para mi conferencia, sino que en muchos casos preferiría estar en cualquier parte, menos escuchándome. A veces lo único que les impide huir es el hecho de que les importe aprobar el módulo. 

Por otro lado, es conveniente tener algo preparado para hacer algo en clase durante estas 20 horas, porque de lo contrario, sería un poco raro tener a los alumnos allí parados. No pasa nada, siempre tengo el recurso de ponerles un trabajo que los tenga entretenidos un rato. Luego puedo irme tranquilamente a mi casa, porque, como todo el mundo sabe, los trabajos se corrigen solos. Los exámenes también. Los temas y sus actividades también se preparan solos.

Lo olvidaba, de vez en cuando hay reuniones. De jefes de departamento, tutores, reuniones de departamento, de equipos educativos, de evaluación, claustros, y si ya te metes en más fregados, de consejo escolar o comisiones varias (calidad, reglamento de régimen interno, convivencia, etc). Pero es un ratito sólo. No hay que darle importancia.

Mis vacaciones. En cuanto suena el último timbre del último día de clase, los institutos se vacían por completo. Los talleres, los laboratorios, etc., están impecables al acabar el curso, por lo que no es necesario invertir tiempo en ordenarlos/limpiarlos o lo que sea. De todos modos, en los centros educativos hay personal de limpieza que puede encargarse de eso sin necesidad de que los profesores aparezcamos por allí para nada.

Algo que sí hacemos durante estos días de julio es interesarnos por nuestros horarios para el curso que viene. Pero porque nos conviene, eh? Que hay que organizarse la jornada para todo el curso y hay que tenerla apañadita.

También lo olvidaba. En este periodo hay que atender los exámenes extraordinarios (porque ya no son en septiembre, para qué les vamos a dar más tiempo para estudiar si total van a suspender igual antes o después de verano), las pruebas de acceso a ciclos, los exámenes libres, y creo que no me dejo más pruebas. Ah, sí, la PAU. Algunos compañeros altruistas acompañan a los alumnos que se presentan a la PAU por si necesitan algo.
También ponemos a punto las programaciones para los módulos que vamos a impartir durante el curso siguiente. Pero no hay prisa, porque pueden prepararse también en septiembre. Las memorias, seguimientos, etc., sí que corren más prisa.

Y ya los más valientes (éstos no sé yo si deberían considerarse funcionarios, porque ponen demasiado interés) hacen cursos de formación y reciclaje.

Voy a hacer una concesión aquí: tengo vacaciones en Navidad, Fallas y Pascua. Por supuesto, también en el mes de agosto. Podéis quejaros en los comentarios de la entrada, y también en el correo electrónico del contacto del blog. Os contestaré, que tengo mucho tiempo libre.

¿Qué más? Ah, sí, lo de estar acomodado. Un interino, o un funcionario de carrera en expectativa de destino, puede muy bien trabajar cada año en una localidad distinta de la comunidad autónoma que le toque, incluyendo las diferentes provincias que la compongan. Después de unos tres o cuatro años (en el caso de los funcionarios de carrera) o muchos más (en el caso de los interinos, lo que incluiría aprobar una oposición), puedes estabilizarte en tu puesto de trabajo. Que puede estar en una localidad diferente a aquella en la que vive tu familia, incluyendo las otras provincias, y en ocasiones en otra comunidad autónoma. Dicen que se han dado casos. Pero bueno, lo de viajar está bien.

Por supuesto, lo de dar siempre los mismos módulos y poder rentabilizar el trabajo de años anteriores va después de todo esto que os acabo de contar.

Podría seguir, pero he de acostarme. Mañana tenemos claustro para decidir en qué vamos a perder el tiempo el curso que viene.

NOTA: No creo que haga falta glosario para entender la entrada de hoy, pero por si acaso alguien se ha despistado y coge las cosas por donde no toca, os dejo un par de definiciones del Diccionario de la Lengua Española, de la RAE (Real Academia Española © Todos los derechos reservados).




ironía

Del lat. ironīa, y este del gr. εἰρωνεία eirōneía.
1. f. Burla fina y disimulada.
2. f. Tono burlón con que se expresa ironía.
3. f. Expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que sedicegeneralmente como burla disimulada.

sarcasmo
Del lat. tardío sarcasmus, y este del gr. σαρκασμός sarkasmós.
1. m. Burla sangrientaironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo.
2. m. Ret. Empleo de la ironía o burla del sarcasmo con fines expresivos.