El misterioso caso de la caducidad (¿o no?) de los yogures

Tengo que confesar un cosa: he hecho un poquito de trampa con la entrada anterior, la de las fechas de caducidad y de consumo preferente.

Pero como es una trampa que me ha permitido aprender más cosas, os la voy a contar.

Mientras escribía la entrada anterior, llegué al punto de tener que poner ejemplos de productos de cada tipo. Y encontré un texto en el que decía que los yogures llevaban fecha de caducidad. Me sonó raro, porque hace unos años se habló de lo contrario, y además se habló bastante, así que me fui a la nevera, y miré mis yogures. Y allí estaba: fecha de caducidad. Y lo di por bueno. Acabé la entrada y la publiqué.
Aquí mi yogur
Al día siguiente (antes de que le correo del blog informase a las personas que están suscritas de que había entrada nueva), por un asunto distinto, se la di a leer a alguien. Y a ese alguien también le sonó raro lo de la caducidad, y me lo hizo saber. Hablamos un rato del tema, y me pasó un enlace, en el que quedaba claro que a partir de 2014, los yogures pasaban de tener fecha de caducidad a tener fecha de consumo preferente, lo que demostraba que yo me equivocaba en eso. Me tiene acostumbrada. Ha sido alumno mío, y en clase ya lo hacía. Lo de corregirme, digo. Muy respetuosamente, y con razón (la mayoría de las veces, que si no se viene arriba). Y eso, aunque parezca lo contrario, es bueno, si se sabe aprovechar. Te hace mejor profe.

Consulté varias páginas, y todas coincidían en lo mismo, la normativa había cambiado (por eso me sonaba raro al principio), y desde esa fecha los yogures tenían fecha de consumo preferente. Pero entonces tenía un problema: ¿porqué los yogures de mi nevera tenían fecha de caducidad? ¿Es que la marca que yo había comprado, y que no nombraré (Hacendado), se estaba saltando la norma?

Barajé la posibilidad de  ocultar la entrada de momento, pero no me parecía muy bien, así que hice mi trampita: la modifiqué y eliminé el ejemplo del yogur, tanto en el texto como en la infografía, a la espera de averiguar qué pasaba. No me siento muy culpable, porque en la mismísima página de AECOSAN han utilizado el mismo truco. No hablamos de yogures, y en paz.

Para ese momento, mi curiosidad estaba bastante despierta. A punto estuve de bajar al supermercado y empezar a mirar fechas de yogures, pero hubo dos cosas que me hicieron pensar que no: una, estaba en pijama; dos, en casa iban a pensar que estaba loca (aunque a eso ya están acostumbrados), así que cambié de idea. Lo cambié por buscar en internet. 

Y mira por dónde, en las imágenes de la página de una gran superficie muy conocida, que tampoco nombraré (Carrefour) los yogures que aparecían, tenían también fecha de caducidad. Podéis verlo aquí (1). Sólo hay que pinchar en la imagen y buscar la fecha. Probé varios, con el mismo resultado. Y como se puede ver en la imagen, la marca más potente en yogures, que tampoco voy a... bueno, da igual. Es Danone. Pues Danone también marca la fecha de caducidad. 

Primero pensé que era en los yogures con frutas, por alguna razón (después de todo, mi yogur contenía fruta), pero luego vi otros ejemplos en los que no había más que yogur, y la fecha seguía siendo la de caducidad. ¿Por qué en todas las páginas que consultaba decía que el yogur tenía que tener fecha de consumo preferente, y todos los ejemplos que encontraba eran de fechas de caducidad?

Y así, acabé consultando donde debía haber consultado desde el principio, o sea, a los que saben. Empecé por el blog Gominolas de Petróleo, que tiene esta entrada (2), excepcional como todo lo que hace, que me llevó a esta otra entrada (3), de Juan Revenga, que también es buenísima, y en la que se explicaba todo muy clarito. Podéis leer las dos, vale la pena. Acabaréis sabiendo muchísimo de yogures.

Pero después de leer todo lo que había leído, yo lo quería ver escrito en la norma. Y encontré el Real Decreto 271/2014, de 11 de abril, por el que se aprueba la Norma de Calidad para el yogur o yoghourt (4).
Y aquí estaba: "los operadores de empresas alimentarias deberán determinar el tipo de fecha apropiada a cada producto, así como su límite temporal". O sea, que realmente, no debían cambiarse obligatoriamente a fecha de consumo preferente, sino que los fabricantes de yogur pueden decidir el tipo de fecha, y la duración de ésta. De hecho, parece que la mayoría (por lo que he visto), ha elegido la fecha de caducidad.

Hasta la aprobación de ese real decreto, la fecha que se utilizaba era la de caducidad, con un límite máximo de 28 días. Ahora, cuando se maneja fecha de caducidad, se establece en unos 35 días, más o menos, a elección del fabricante. Y si no, se coloca la fecha de consumo preferente, con lo que eso implica (podéis ver la entrada anterior). Así que así están las cosas. Misterio resuelto.

No quiero terminar sin darle las gracias públicamente a mi corrector, por picarme un poquito, lo que hizo que me replanteara todo el asunto. Muchas gracias, Raúl

Lo que no voy a hacer es cambiar más la entrada sobre las fechas. Se queda como está, ya que no se entendería sin esta explicación.

Fuentes de los enlaces:
(1) https://www.carrefour.es/supermercado/detail/Yogur-0-melocoton/_/R-521029606
(2) http://www.gominolasdepetroleo.com/search?q=yogur
(3) https://blogs.20minutos.es/el-nutricionista-de-la-general/2013/04/12/el-yogur-es-un-alimento-pero-que-muy-vivo/
(4) http://www.boe.es/boe/dias/2014/04/28/pdfs/BOE-A-2014-4515.pdf

Tenemos un lío con las fechas

Me he cruzado en el pasillo con una alumna del grado medio que tuve en clase el curso pasado. Estaba en el grupo con el que empezamos los blogs, y ella sigue también con el suyo.

Y hablado de las últimas entradas, me ha dicho que podría hacer una que aclarase el tema de la fecha de caducidad y la de consumo preferente, porque ella cree que la gente se hace mucho lío con estas cosas. Y tiene razón. Estábamos acostumbrados a la fecha de caducidad, y vivíamos tan tranquilos (o no) sabiendo que debíamos desechar el producto una vez pasada esta fecha, y van y nos los cambian.

Pero además no nos lo cambian del todo, nos dejan algunos productos con su fecha de caducidad, y nos cambian otros productos a fecha de consumo preferente, que es como que no, pero sí... un lío.

Así que como hacía unos días que no escribía (es que estoy liada con otro blog, el oficial del departamento, que por cierto voy a hacerle un poco de publicidad: TheGoodFoodTheory.blogspot.com, sentíos libres de visitarlo cuando queráis) voy a aprovechar y escribo una entrada para aquí. Y a lo mejor la cuelgo también en el otro, si no os importa. Es retórico. También la publicaré en el otro.

Veamos, vamos a empezar con qué quiere decir cada cosa (1).

La fecha de consumo preferente es la fecha hasta la cual el fabricante garantiza que el alimento conserva la calidad prevista, mientras que la fecha de caducidad indica la fecha hasta la cual el alimento puede consumirse de forma segura
Traducido: la fecha de consumo preferente se puede sobrepasar (porque en principio el alimento es seguro, aunque no conserve todas sus características de calidad), pero la de caducidad no debe sobrepasarse, porque no se puede garantizar que el producto sea seguro a partir de esta fecha.

Esta diferencia se introdujo para intentar paliar el desperdicio de alimentos que podían consumirse sin riesgo para la salud, aunque no cumpliesen con todas las características de calidad. Aunque realmente, la gente suele equipararlas y no siempre se cumple el objetivo.

Si miráis las etiquetas de vez en cuando (por cierto, ya podéis empezar a leerlas, es importante), sabréis que algunos productos llevan una de estas fecha, y otros la otra.

En principio, los alimentos muy perecederos (los que tienen una vida útil muy corta, porque se alteran enseguida) deben llevar fecha de caducidad. Algunos ejemplos son los pescados y las carnes frescas, o los productos cárnicos envasados.

En cuanto a la fecha de consumo preferente, la llevan productos con un riesgo menor, que pueden estar refrigerados, congelados, desecados o enlatados, por ejemplo, como el arroz y las pastas, chocolate, aceites vegetales, etc.

Pero la clave para distinguirlos es muy sencilla: leer la etiqueta. Si da fecha de caducidad, pues ya se sabe, no hay que consumirlo pasada la fecha, y si da consumo preferente, se puede sobrepasar, siempre que el envase esté intacto, y al abrirlo el producto tenga buen aspecto, color, aroma, etc.




Eso sí, una apreciación importante: la fecha de caducidad y de consumo preferente sirven solamente mientras el envase está íntegro y mientras se respeten las condiciones de conservación que da el fabricante. Sólo así se puede garantizar la calidad y la seguridad del producto. Una vez se abre el envase, las reglas cambian

A partir de ahí, hay que seguir las instrucciones del fabricante, que también vienen... ¡en la etiqueta! (a leer todo el mundo).



AECOSAN (que es la agencia de seguridad alimentaria española) explica que en algunos casos, se podría ampliar la caducidad congelando el producto cuando se acerca la fecha. Pero hay que tener cuidado con cómo se congela y cómo se descongela. Pero esto da para una entrada enterita.

Así que, en principio, manejarse con las fechas es sencillo. Para el consumidor. Para el fabricante es un poquito más complicado. Pero de la forma en que se calculan las fechas de caducidad podemos hablar en otra ocasión, porque aquí se hará un poco largo.
Peeero, lo que me ha pedido Cristina (mi alumna) realmente, es que hiciese una infografía sobre el tema, así que aquí está.






No sé si lo he dejado totalmente claro: hay que empezar a leer las etiquetas pero ya. Y no sólo por las fechas.
Fuentes de los enlaces:
(1) http://www.aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/para_el_consumidor/ampliacion/fechas_caducidad.htm

Dudas de clase: ¿Y qué pasa con los huevos? (I) Huevos pasteurizados

Os pongo en situación.

Final de curso (pasado). Semanas de exámenes, dudas,  revisiones, más exámenes, listas de notas, etc.
Estoy una mañana en clase con mi primero del grado superior, y me pregunta Paula: ¿Y qué pasa con los huevos?
Yo: ¿Qué pasa con los huevos, de qué?
Paula: Pues que no hemos visto nada de huevos durante este curso en Tecnología.
Así que ahí estamos, con exámenes por arriba de la cabeza, y a Paula (mientras la inmensa mayoría de alumnos intentan que recorte la materia que entra para el examen) le preocupa que no hayamos dado los huevos. 

Y tiene razón. Yo los explico en Materias Primas en el grado medio, cuando la doy, pero en el superior no los hemos visto. De hecho, no aparecen en el currículo, a no ser que los consideremos englobados en "otros productos alimentarios". Una injusticia para con los huevos que hay que subsanar.
De modo que aprovecho: le digo que haré una entrada en el blog sobre los huevos, y así tiene la información disponible.

Lo que pasa es que, una vez me pongo a pensarlo, me doy cuenta de que es imposible hacer una sola entrada. Pero si me he tirado el segundo trimestre entero sólo con los tratamientos térmicos y las conservas, ¿cómo voy a explicar huevos (y ovoproductos, claro) en una sola entrada? Así que lo haremos por partes

Hoy toca la duda de Paula, claro: ¿cómo hacen para pasteurizar los huevos?

Y voy a aprovechar que acabo de aprender a hacer infografías para explicarlo así:


Para completar la información, podéis pinchar aquí (1) o aquí (2).

A  ver si Paula tiene más dudas, y seguimos.

(1) https://huevoliquido.wikispaces.com/Proceso+elaboracion+Huevo+Liquido+%28FINAL%29
(2) http://bdnhome.com/tecnologia/temas/ovoproductos.pdf

Lo que hacen otros

Normalmente, aquí os cuento lo que pasa en mi aula, o en mi centro. Pero hoy quiero contaros algo que nosotros no ponemos en práctica en mi centro, hoy quiero contaros lo que hacen otros.

Hace un par de cursos que colaboro con un proyecto que llevan a cabo en el cole de mis hijos. Es una actividad llamada Grupos Interactivos, y está dentro de un proyecto europeo más amplio en la línea de la escuela inclusiva, las Comunidades de Aprendizaje. Suena complicado, pero no lo es. O al menos no es complicado para los niños, organizarlo ya es otra cosa.

La base es la siguiente: la clase se divide en cuatro o cinco grupos, de unos cinco o seis alumnos cada uno, y cada grupo está asistido por un voluntario. Estos voluntarios pueden ser bien padres, abuelos, antiguos alumnos del cole, pero también personas ajenas al mismo. La única condición es querer participar. La idea es que la comunidad, el entorno del centro, se implique en la educación de los niños. Yo participo como voluntaria. Con muy buen criterio, las profes han decidido que los padres no vayamos a la clase de nuestros hijos, sino a otra diferente. Como docente, y aunque me encantaría ir a clase de mis nanos, creo que es muy buena decisión, porque ir a una clase donde los niños conocen a todos los voluntarios porque son los papás de sus amigos desvirtuaría un poco el tema.

Otra cosa que no os he contado es que los voluntarios estamos obligados a guardar confidencialidad con respecto a lo que hacemos en clase, y con respecto a los niños. Eso es importante para no poner etiquetas sobre los niños, y eso es más fácil si no los conoces previamente.

Los voluntarios tienen como cometido moderar al grupo, en ningún momento ejercen función docente, sino simplemente animarles a participar y controlar un poco el funcionamiento de la actividad. Durante la misma, además, completan un formulario de evaluación, que os explico luego un poquito.

Las áreas que se tratan de este modo son del ámbito lingüístico, y de matemáticas. Así que la actividad se desarrolla así: cada uno de los voluntarios tiene una actividad diferente (por ejemplo, uno o varios problemas de mates). Cada grupo de niños empieza con un voluntario, y deben resolver la actividad en un tiempo determinado, y en ese momento, cambian de voluntario, y de actividad.

La premisa es que nadie puede avanzar en la actividad hasta que cada uno de ellos haya terminado con éxito el problema propuesto, y para eso deben intentarlo primero por separado, y si hay alguien que no puede resolverlo, sus compañeros le orientan para que lo entienda, y pueda terminar, pero claro, sin resolverlo por él. Esta parte es genial, porque tienes desde el niño que tapa el ejercicio para que el resto no lo vea (porque la profe les ha dicho que tienen que intentarlo solos primero), hasta el niño voluntarioso que está todo el rato preguntando a sus compañeros si lo han entendido o si puede ayudar.

Para finalizar, el voluntario debe asegurarse de que todos los niños lo entienden pidiéndoles que lo expliquen en voz alta para todos, o que comparen resultados o formas de resolver el problema. Y en la evaluación, se anota el grado de participación, su comportamiento, el grado de consecución, etc. A veces, el objetivo no se logra, porque han pasado tanto tiempo discutiendo que se acaba el tiempo, o porque uno de ellos no acaba de ver el problema, y se les agota el tiempo. No pasa nada, se anota en la evaluación, y se cambia a la siguiente actividad. La condición es que ningún niño se quede atrás.

Es alucinante verles discutir, ayudarse, y explicar algunas cosas a los compañeros que tienen más dificultades. Una de las claves de esto es que los grupos deben estar equilibrados, no puedes tener un grupo con los mejores de la clase y otro con los que tienen más dificultad. En cada grupo debe haber de todo.

Y trabajando así, he visto niños de ocho años resolver con éxito problemas de lógica que eran sistemas de dos ecuaciones con dos incógnitas, solo que ellos no sabían que lo estaban haciendo. De verdad que algunas veces flipaba con esto. 
Y sobre todo, he visto el trabajo brutal que hacen las maestras de primaria (porque, al menos en el cole de mis hijos, son mujeres mayoritariamente) con los niños que tienen a su cargo. En muchos sentidos. Y he visto cómo quieren a sus alumnos, y lo orgullosas que están de ellos. Y la asombrosa cantidad de recursos pedagógicos que tienen, y que usan en el aula.
Y las de infantil no se quedan atrás, consiguen cosas alucinantes con los niños con los que trabajan, a esas edades.

Y los niños las adoran. Literalmente. Lo que les transmiten se convierte automáticamente en verdades absolutas para ellos, ésa es la importancia que les dan a sus maestras. El tema de los padres ya es otra cuestión. Hay que oírlos, a veces, pero vivimos en un país en que todo el mundo es seleccionador de fútbol, presidente del gobierno, y maestro. Pero hay que tener en cuenta que yo tengo un sesgo aquí. Yo soy profe.

¿Sabéis cuál es la mayor dificultad con la que se encuentran las profes a la hora de montar la actividad, lo más complicado de todo? Encontrar voluntarios. Como lo oís. Encontrar cuatro o cinco personas que vayan los miércoles a colaborar durante una hora y media. Me cabrea un poco, porque sé de primera mano que hay gente de sobra que podría ir, pero siempre acaban yendo los mismos cuatro o cinco, con lo que alguna vez las profes tienen que suspender la actividad, porque alguno no puede acudir. Y lo anulan con una sonrisa y diciendo que lo comprenden, después de todo el follón de la organización, y pese a todo el trabajo que hay detrás. Para que luego, en la puerta del cole, algunos se permitan opinar sobre las capacidades de los maestros de sus hijos.

Para mí, que en este caso sólo voy como voluntaria, es muy gratificante. Y luego los nanos te saludan por la calle (es lo que tiene vivir en un pueblo, que te los encuentras todo el rato), y cuando hacen reuniones con sus profes para hablar de esta actividad, una de las cosas que más valoran es que vayamos a clase. Y las profes nos cuentan que están toda la semana esperando que haya Grupos Interactivos.

Como final, os contaré que Ana (que es la maestra a cuya clase iba estos dos cursos) me dijo a final del curso pasado que todos los alumnos del grupo habían alcanzado el nivel de competencia matemática para el curso en el que estaban (cuarto de primaria, o sea, nueve años), cosa que no siempre se logra. Parece que hay un test nacional estándar que puedes pasar a los niños a final de curso para saber esto. Y, sin violar la confidencialidad a la que estoy obligada, os diré que es un logro impresionante.

Si a alguien le interesa el tema, en este enlace está la web de las comunidades de aprendizaje, en la que se explica mejor que lo he hecho yo cómo funciona este sistema.





Programar o no programar, ésa es la cuestión.

Realmente, el título tiene un poco de trampa. Programar sí o sí, claro, es necesario, y obligatorio, con lo que no hay mucha más opción. 

Pongamos las cartas boca arriba: programar es un rollo. Así, como suena. El rollo supremo. Pero es una herramienta necesaria, así que hay que hacerlo, me guste o no me guste (que no me gusta, no sé si lo había dejado suficientemente claro).

Así que mentalizaos, hoy voy a quejarme, ya os lo advierto. Podéis abandonar ahora, no os lo tendré en cuenta. Yo también me iría.

Cuando digo que la programación didáctica de un módulo es una herramienta necesaria, me refiero a que es obvio que necesitamos planificar lo que vamos a hacer durante el curso, y necesitamos distribuir los contenidos en el tiempo. Y ya si nos lo curramos y vamos incluyendo las actividades que podemos desarrollar en las diferentes unidades didácticas, la verdad es que nos ayuda mucho para los cursos siguientes, si repetimos módulo. Y reseñar la bibliografía y los recursos lo mismo, sobre todo ahora que la mayoría de ellos los encontramos por medio de la red. Hasta ahí de acuerdo.

Otra parte que hay que tener en cuenta es la protección de los derechos de los alumnos. Para que puedan ejercer su derecho a reclamar calificaciones, la forma en que los evaluamos debe estar muy bien explicadita. Y eso también lo hacemos en la programación, incluyendo con qué herramientas les vamos a evaluar, y cómo vamos a reflejar, calcular y obtener sus calificaciones. El alumno puede reclamar tanto si las pruebas no se ajustan a los contenidos de la programación, como si las calificaciones se han obtenido de forma diferente a como hemos dicho que se haría, lo que tiene su lógica. Hasta ahí, también de acuerdo.

La cuestión es cómo programamos, y por qué programamos como programamos. Ésa es la cuestión.

Si la programación se limitase a lo necesario (contenidos, temporalización, metodología y evaluación), yo le veo la lógica.

Pero cuando empezamos a convertir la programación en un documento eterno, que en gran parte es un corta y pega de la normativa, un galimatías de nomenclatura, y un corsé rígido a la hora de trabajar con ella, pues ya empiezo a no verle la lógica por ninguna parte

Y yo necesito verle la lógica a las cosas, qué le vamos a hacer. Si no, no estoy convencida.

Para empezar, entre objetivos, criterios de realización, unidades de competencia, etc., para cuando he terminado una programación es muy posible que haya cortado y pegado casi un tercio de la norma. ¿Y para qué, si ya está en la norma?

Por otro lado, por favor, si hay alguien que se aclare con el párrafo anterior, que venga y que me lo explique. Tenemos objetivos del ciclo, del módulo, capacidades terminales, unidades de competencia, criterios de realización, de evaluación... ¿en serio? ¿en serio es necesario hablar un lenguaje que necesita ser explicado para que alguien lo entienda? Además añadidle que cada x tiempo nos cambian la terminología, no vaya a ser que nos aburramos o sonemos anticuados. Me vais a perdonar, pero lo que sonamos es pedantes.
Al final, pones el titulito de turno, aunque no consigas ver la diferencia, y a la marcha. Al menos yo hago eso. Y no me da ninguna vergüenza admitirlo.

Y hay quien te mira raro cuando dices eso, ¿eh? Gente muy puesta en la terminología de turno, a la que le parece increíble que no distingas una capacidad terminal (que se las traía, el nombrecito, muy alegre no suena) de un criterio de realización. Por poner un ejemplo. El caso es que a mí me da igual. O mejor dicho, me da igual cómo le llamemos, mientras sepamos de lo que estamos hablando.

Pero bueno, hasta aquí lo que he mencionado son minucias. Te adaptas, y punto. Nosotros tenemos un modelo aprobado por la comisión de calidad del centro (sí, tenemos de eso), te pliegas a ella, y haces camino.

 A mí lo que me asfixia de verdad es dejar por escrito instrucciones o normas que luego se convierten en medidas inflexibles a la hora de trabajar.

Ya he comentado que en mi centro tenemos un modelo común de programación, para todas las familias profesionales. No está mal tener uno, ya digo que a mí me ayuda a la hora de redactar la programación. Pero luego ya viene cuando tendemos a estandarizarlo todo, y a forzar la uniformidad cuando en educación (al menos en Formación Profesional) eso es prácticamente inviable.

Por ejemplo: este curso nos piden que adoptemos acuerdos en los departamentos sobre aspectos generales de la metodología, lo que incluye una recomendación para los módulos teóricos y los prácticos. Pero vamos a ver, si cada módulo es de su madre y de su padre, incluso dentro de los teóricos, ¿qué necesidad tenemos de forzar a que todos los módulos teóricos funcionen de una manera determinada, cuando el enfoque de trabajo en el aula puede ser radicalmente distinto? ¿Y qué pasa si esa metodología que a mí me parece fantástica no sirve para un grupo determinado? O ¿por qué voy a atar por escrito hasta el mínimo detalle una metodología concreta, si a lo mejor a mitad de curso se me ocurre o encuentro una estrategia nueva que me encanta? ¿No puedo implantarla hasta que cambie la programación, el curso siguiente?

Por esta razón, yo suelo preferir dejar algunas cosas lo más abiertas posible, porque prefiero poder maniobrar e improvisar sobre la marcha en ocasiones. Ojo, que no hablo de trabajar de forma errática, sino de dejarme un margen para reaccionar en caso de que lo necesite, o piense que va a ser mejor que lo que había pensado de inicio. O encuentre una idea fantástica, que quiera poner en marcha para ya.

A veces, en los momentos más alejados de cuando estás planificando las actividades para el grupo (qué sé yo, en la ducha o en el coche), se te ocurren ideas que funcionan muy bien en el aula, aunque parezca raro.

Solución: nuestro acuerdo de departamento sobre metodología es precisamente no llegar a ningún acuerdo, sino dar libertad al profesor para elegir la metodología que crea más conveniente en cada caso. Y mientras el equipo directivo o inspección educativa no nos digan lo contrario, así se va a quedar.

Y por último, hay otro factor que a mí no me gusta nada, que interviene en cómo programamos. De vez en cuando, tu equipo directivo te insiste en la importancia de atar hasta el último detalle todo lo que tiene que ver con la evaluación (criterios, la forma en que obtienes la calificación, los instrumentos que vas a utilizar para reflejar tus observaciones, etc.). Y lo hacen para proteger al profesor en caso de reclamaciones de los alumnos. Normalmente, porque así se lo ha indicado algún inspector, después de que haya habido algún problema en el que haya tenido que intervenir.

A ver, a nadie le gusta que le pongan una reclamación, supongo (yo no he tenido ninguna de momento, pero nunca se está libre de que te pueda pasar). No me gustaría, porque supondría, primero, que no he podido llegar a un acuerdo con un alumno en algo tan importante como la forma de evaluarlo, y ese alumno se sentirá agraviado por mí de alguna manera. Y eso no me gusta. Y segundo, por el lío administrativo en que te metes, que acaba implicando a compañeros, jefatura de estudios, y en última instancia, a inspección educativa. Y cuando tratas con inspección educativa, sabes positivamente dos cosas: que van a ir a beneficiar al alumno, y que van a aplicar la norma hasta la última coma, para no pillarse los dedos. Ninguna de las dos cosas me parece mal, pero eso suele tener como consecuencia lo que comentaba antes, que el equipo directivo de turno insistirá en atar las programaciones cada vez más, para que no vuelva a ocurrir. Y eso tampoco me gusta.

Al fin y al cabo, ¿qué es lo peor que puede pasar ante una reclamación de un alumno? Que tus compañeros revisen la calificación y decidan que tienes que modificarla. Y ante eso, lo tengo súper claro: se modifica la nota y punto. O que tus compañeros ratifiquen tu calificación, y que en última instancia un inspector decida que pese a eso el alumno tiene razón, y hay que modificar la calificación. Y ahí tampoco tengo dudas: se modifica la calificación, y punto. Pero queda claro que la ha modificado inspección, y no yo, con lo que mi criterio queda claro. Ya está, problema finalizado.

En resumen, que me gustaría dejar mis programaciones más abiertas en muchos aspectos, pero parece que la tendencia es la contraria. Y eso hace de las programaciones un documento eterno e infumable completamente, en lugar de ser una herramienta motivadora (al menos para mí), que es lo que deberían ser, en mi opinión.

Pues eso, que ya os he soltado el rollo de esta semana (si no habíais huido antes). La culpa la tienen las programaciones de los cinco módulos que imparto, y que he estado revisando este mes. Ahora ya están, hasta el curso que viene.