Dudas de clase: el aspartamo da cáncer de huesos

Mi primero de grado medio ha venido fuertecito. Los miércoles van a ser intensos, me parece a mí.

Los grados medios varían mucho en función de las edades con las que vienen cada curso, pero este año es un grado medio típico. Esto es: mayoría de alumnos de 16 años y alrededores. Con lo que eso implica.

Y el mío es hablador, lo he descubierto hoy. Ha sido empezar a hablar de publicidad de productos alimentarios y ya hemos tenido de todo. Ha salido todo lo típico

Que todos los productos artificiales son lo peor, que los aditivos son sustancias que pruebas una vez y necesitas volver a consumirlas (siempre lo confunden con adictivo hasta que les aclaras la diferencia), que yo he tomado toda la vida grasa de palma y estoy bien, que eso de que estás bien habría que verlo (y no se refería a su salud física)... ese tono tenemos.

Y lo que me lleva a la entrada de hoy: que mejor no tomar Coca-Cola Zero, porque lleva aspartamo y eso da cáncer de huesos, que se lo he preguntado al médico, y me ha dicho que sí. 
Y ahí ya el cerebro me ha dicho: Ana, tienes un blog, aprovecha esto. Y en eso ando. 

Vamos a echarle un vistazo al aspartamo.

El aspartamo es un edulcorante (una sustancia que se utiliza para dar sabor dulce a determinados productos) artificial, conocido también como E-951. Su poder edulcorante (1), es decir, su capacidad de comunicar sabor dulce, es enorme, aproximadamente doscientas veces el de la sacarosa (el azúcar de mesa). 

Lo de su poder edulcorante se descubrió casualmente, en 1965, mientras una compañía farmacéutica estaba buscando y testando fármacos antiulcerosos. James Schlatter (2) estaba recristalizando un compuesto que habían sintetizado a partir de ácido aspártico y fenilalanina, cuando una porción del polvo que manejaba se derramó en su mano. 
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Estructura del aspartamo. Fuente: Wikipedia
Un rato más tarde, por descuido, se lamió los dedos, (paréntesis: una idea fantástica, lo de lamerse los dedos cuando estás manejando compuestos químicos) y percibió el sabor dulce de la sustancia. 
En 1966 informaron del descubrimiento y en 1969 lo publicaron en el Journal of the American Chemical Society, informando ya de él como edulcorante. Para que os hagáis una idea del horizonte temporal, el mismo año en que el hombre llegó a la luna.

No se le suponía toxicidad, ya que era un derivado de un dipéptido (una molécula formada por dos aminoácidos presentes en muchísimas proteínas). Actualmente se comercializa bajo varias marcas, ya que su patente expiró hace tiempo. Algunas de esas marcas os sonarán, como Canderel o Natreen.

Woman Adding Artificial Sweetener To Coffee
Así que llevamos usando el aspartamo como sustitutivo del azúcar durante muuuchos años y en muuuchos productos, ademas de comercializarse como edulcorante de mesa (lo que normalmente llamamos sacarina, aunque no siempre lo sea). 

Entonces ¿dónde empiezan los problemas? Pues en 2005, un estudio de un equipo italiano realizado con ratas de laboratorio concluye que el aspartamo puede tener efectos cancerígenos

Y ahí has tocado un tema sensible. 

En ese punto, la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) y la FDA (el equivalente para alimentos y fármacos de Estados Unidos) revisan el estudio, y lo rechazan por errores metodológicos. Además indican que el uso de aspartamo es seguro para humanos, a las dosis en las que está permitido. 

La IDA del aspartamo es de 40 mg por kg de peso y día. Hay que tener en cuenta, que la seguridad de los aditivos se reevalúa cada cierto tiempo por parte de las autoridades sanitarias.

(Otro paréntesis: la IDA es la Ingesta Diaria Admisible de los aditivos, que representa la cantidad máxima de cada aditivo que debería tomar una persona al día sin que causase ningún problema. Y se calcula rebajando muuuuchas veces la cantidad diaria que se estima que daría problemas de toxicidad. Se expresa por kilo de peso de la persona que ingiere el aditivo. Y hay muchos aditivos que no presentan toxicidad, y que por lo tanto no tienen un dato de IDA).

Pese a ello, en 2010 y 2011, varios artículos se hacen eco del estudio italiano, y presionan en la UE para que se vuelva a revisar la seguridad del aspartamo. Lo que nos lleva a 2013, y una nueva revisión de la EFSA, ya que se solicitaba que se revisase la dosis recomendada, a la baja. 

Y la EFSA (podéis verlo en este estudio (3), ojo que está en inglés) establece de nuevo en animales un NOAEL (nivel sin efecto adverso observable) para el aspartamo de 4000 mg/kg (o sea, de 100 veces su IDA). Traducido: que niveles 100 veces superiores a lo que se establece como cantidad diaria segura del aditivo no causan efectos observables en animales. Y lo voy a rizar más aún: las dosis que permite la legislación alimentaria para el uso del aspartamo, también rebajan varias veces su IDA.

O sea: la dosis de aspartamo en los alimentos que está permitida por la legislación es muy inferior a su IDA, que a su vez es muy inferior a su NOAEL, que representa la dosis por debajo de la cual NO HAY EFECTOS OBSERVABLES.

Ahora bien: ¿es inocuo el aspartamo? Pues no exactamente. Sí que es cierto que el aspartamo puede dar problemas de toxicidad, debido a que libera en el plasma sanguíneo el aminoácido fenilalanina, que da problemas cuando se alcanzan concentraciones en plasma muy elevadas. Pero esto no sucede a las dosis comentadas, y no está relacionado con el cáncer.

Además, hay un sector de la población que padece una enfermedad llamada fenilcetonuria (4), en la que, debido a la dificultad de estas personas para metabolizar la fenilalanina, puede haber daño en el sistema nervioso central causado por grandes concentraciones del aminoácido en sangre. Es una enfermedad genética, y actualmente es una de las pruebas que se realiza en todos los bebés al nacimiento, para saber de forma temprana si padecen la enfermedad. ¿Os suena la famosa prueba del talón en recién nacidos?, pues ésa es. Se llama así porque les toman una muestra de sangre con una pequeña punción en el talón.


The hands of a midwife test the Babinski Reflex on the foot of a newborn.

Para prevenir problemas en la población sensible, es obligatorio que en todos los productos que contienen aspartamo, se incluya en el etiquetado "contiene una fuente de fenilalanina". Sólo tenéis que buscar en la etiquetas de chicles o caramelos sin azúcar, por ejemplo, y la veréis. Pero hay que tener claro que esto sólo afecta a las personas que padecen la enfermedad, no al resto.




Curiosamente, sobre los que sí que ha tenido efecto la presencia de aspartamo es sobre las compañías que comercializan productos que lo contienen. Los casos más conocidos son, claro, Coca-Cola y Pepsi. Para que os hagáis una idea, y pese a que se ha demostrado que su uso es seguro en las actuales condiciones, Pepsi lo sustituyó durante algún tiempo, debido a que las ventas de algunos de sus productos se resintieron, aunque luego lo ha vuelto a utilizar. Podéis leer un artículo sobre esto aquí (5)
Y Coca-Cola tiene publicadas unas cuantas preguntas y respuestas explicando que el aspartamo es seguro, con infografía y todo, que podéis ver aquí (6).

Resumiendo, que está quedando un poquito largo: que hasta donde sabemos hoy, el aspartamo NO causa cáncer (de huesos tampoco), y que pese a que bajo ciertas circunstancias muy concretas y muy conocidas pueda dar problemas de toxicidad, los niveles a los que se usa son seguros, y que para la población sensible, se etiqueta en los productos, para evitar problemas.

Así que espero haber despejado la duda. Seguro que el miércoles que viene salen más. O antes. Ah, y otra cosa: de ser cierto lo que me cuenta mi alumna, hay médicos que deberían hacérselo mirar, porque lo del cáncer de huesos es glorioso.

Nota: me gustaría dar las gracias a mi hijo David por rebuscar por la casa para conseguirme una etiqueta de chicles. Es un sol.

Referencias para los enlaces:
(1) http://www.aditivosalimentarios.es/php_back/formulaciones/archivos/4/doc_es/4.pdf
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Aspartamo
(3) http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.2903/j.efsa.2013.3496/full
(4) https://medlineplus.gov/spanish/phenylketonuria.html
(5) http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150428_salud_pepsi_aspartamo_il
(6) http://preguntasyrespuestas.cocacolaespana.es/seguridad-aspartamo#.WcOyyYy0PIU




Un trabajo ¿vocacional?

Algo que surge habitualmente cuando hablo de mi trabajo con gente de fuera de él, es que éste es uno de esos trabajos que deben ser vocacionales, es decir, que uno debe sentir una llamada para trabajar en esto. 
Y estoy de acuerdo, pero no. Pero sí pero no, que dicen mis hijos.

Me explico, yo creo que se puede llegar perfectamente hasta aquí sin haberlo planeado en absoluto. Es más, se puede llegar hasta aquí huyendo de llegar hasta aquí
Me refiero a no tener una vocación clara de ser profesor, ni siquiera cuando estás estudiando para ser algo en el futuro.

Yo quería estudiar Biología. Siempre he sido de ciencias, sin duda alguna. Siempre (desde que supe que existían) me gustaron los cloroplastos, las células procariotas, o el ADN. Llámame friki. Lo tenía bastante claro cuando era jovencita, y siempre pensé que eso era lo que haría, pero cuando fui creciendo y empecé a pensar en qué trabajaban los biólogos, me dio por planteármelo. ¿Qué hacían los biólogos que yo conocía? Eran profesores. Si lo piensas fríamente, tiene su lógica. Los conocía del entorno de mis padres, que trabajaban en... enseñanza. 

Y pensé: ni de coña. Ni en pintura. 
Así que elegí algo diferente, que estuviese relacionado, pero que me permitiese trabajar fuera de las aulas... Y me decidí por Ciencia y Tecnología de los Alimentos. Pero entonces era una licenciatura de segundo ciclo. Eso quiere decir que sólo existían 4º y 5º, y que tenía que cursar los tres primeros cursos en otra licenciatura. ¿Cuál era la que dejaba menos asignaturas para el curso-puente? Farmacia. Y en eso me matriculé. Solo que Farmacia me encantó desde el principio. Bueno, digamos que desde segundo. Y la terminé. Y luego seguí con mi plan original (bueno, realmente con mi plan B), y en siete cursos acabé las dos licenciaturas. 

Y todo eso, las elecciones que hice hasta entonces, sólo por una razón: que yo no quería ser profesora. Como veréis, como estratega no tengo precio. Creo que por eso no sé jugar al ajedrez. Pero ése es otro tema.

Y entonces llegó el paro. Un año. No estuve quietecita, hice otras cosas, pero no me contrataron. Sólo trabajaba en verano, desde que acabé Farmacia, haciendo las vacaciones de verano de una farmacia de pueblo. Yo estaba medianamente tranquila, pero mis padres no, y un día aparecieron con los temarios de oposiciones... a educación. Por aquel entonces, por circunstancias, y por si acaso, que nunca se sabe, yo ya había hecho el CAP (lo que ahora es el Máster en Secundaria), y el valenciano necesario para opositar. Y pensé que, sin tener nada más, las prepararía, ya sabéis, por si acaso. Y convocaron. Y aprobé.

Ya está. De repente, tenía trabajo (y sueldo) de por vida... sólo que en algo de lo que yo había huido hasta entonces. Y en mi casa, flipando de alegría. Mis padres, mi suegro (que era profe en el mismo centro en el que empecé, y en el que sigo), todos súpercontentos.

Y yo acojonada totalmente. Totalmente. Así empezó mi andadura en esto. Para que luego me digan que es vocacional. 

Pero, para mi sorpresa, el trabajo me gustó. Mucho. Cada vez más. Con sus cositas, claro, pero me gustó. Siempre hay que protestar de algo.

Y me sigue gustando, además, por la razón por la que la mayoría de la gente que no es profesora rechaza este trabajo. Los alumnos. Mis amigos, mi hermana, la gente que conozco que no es profe, piensa normalmente que no podrían aguantar este trabajo porque les obligaría a estar con un grupo de gente de esas edades, y manejarlos, y enseñarles. No el hecho de prepararse las clases, o de hablar en público, o ser capaz de enseñar, sino convivir con los alumnos. Y para mí, ésa es precisamente la mejor parte. La interacción con ellos, y poder ver su evolución, en el tiempo que pasan con nosotros.

Y ahí es donde les doy la razón a los que hablan de vocación. Aquí sí que creo de verdad que nadie que no soporte estar con los alumnos debería estar en la enseñanza. Son nuestra materia prima, nuestros clientes, y desde el momento en que cobramos por esto, tenemos una responsabilidad brutal para con ellos. Vienen aquí a aprender con nosotros. No están para perder el tiempo (aunque algunos no lo saben aún). 

Y además debe ser una pesadilla, trabajar así. Entrar todos los días en el aula, con unos 20 ó 30 personas más o menos (a veces menos) dispuestas a jugar a lo que les ofrezcas. Tela.

Yo ahora disfruto. En serio. Prefiero el trabajo con alumnos antes del que hacemos sin ellos. Y creo que es muchísimo mejor así. El que entre sin tener esto en cuenta, se equivoca de medio a medio. 

Así que, tal como empezaba la entrada, en lo de la vocación, estoy de acuerdo a medias.

Pero sí pero no.


Una aclaración sobre mi lenguaje

Hace un tiempo que me ronda una cosa por la cabeza, cuando me pongo a escribir aquí. Y la cuestión es que si no lo solvento, no estoy cómoda, y quiero estar cómoda aquí, así que ahí va.
En mi trabajo, cuando nos ponemos a redactar documentos, tenemos mucho cuidado para intentar evitar el lenguaje sexista. De modo que escribimos "los alumnos y las alumnas (o el alumnado)", "las madres y los padres", etc.

Y me encuentro a mí misma pensando en hacer lo mismo cuando escribo aquí. Veamos.

Yo soy una profesora, lo que implica (sorpresa), que soy mujer. Me considero una persona feminista, no soy la más reivindicativa del mundo, pero ahí estoy, haciendo mi caminito. Ahora más, porque vivo en una casa con tres hombres, a dos de los cuales tengo que educarles, y darles ejemplo. El tercero no lo necesita, que ya es mayorcito y nunca ha necesitado que le educase en esto.
Tengo alumnos y alumnas, y a éstos (y éstas), también considero que debo darles ejemplo. Con mi trabajo, y con la forma que tengo de relacionarme con ellos. 

Y espero que no se me entienda mal cuando diga lo siguiente: yo personalmente no me siento excluida (ni ofendida) cuando alguien se refiere a mi colectivo como "los profesores" en lugar de decir "los profesores y las profesoras". Personalmente, repito, no me siento más incluida o más satisfecha porque se mencione a los dos géneros. Me parecen más excluyentes y más ofensivas algunas actitudes y algunas situaciones que (yo) pienso que es más urgente resolver. Creo que hay peleas más prioritarias, y que necesitan más atención por mi parte.

Soy consciente de que la normalización del lenguaje en este sentido es importante para muchas personas, y soy consciente también de que esto es un gesto, y sé que en este campo, los gestos son muy importantes. De hecho, he empezando la entrada explicando que yo lo hago, en los documentos que manejo en el trabajo. Porque en ellos debo dar ejemplo.

Pero aquí, si voy a hablar continuamente de alumnos, compañeros, etc, en este contexto, en el que utilizo lenguaje informal la mayoría de las veces, no me sale. Y creo que interrumpe la fluidez de lo que escribo si continuamente tengo que estar con "los alumnos y las alumnas" o utilizar las barras, que no me gustan mucho.

Aquí escribo tal como hablo, más o menos. Y lo hago así porque me sale así, y me divierto más. No puedo ponerme irónica, ni sarcástica, si no escribo del tirón (aunque luego repase un poco), o si tengo que pararme a pensar si estoy siendo feministamente correcta (me acabo de inventar el palabro, ya lo sé, pero me entendéis). Pero quiero que quede claro que ese tema a mí no parece especialmente ofensivo. Se puede ser perfectamente correcto evitando el lenguaje sexista y luego tener una actitud perfectamente machista.

Así que, para las entradas que ya he hecho, y las que están por venir, que sepáis que voy a dejar de darle vueltas a este tema, y escribiré como me salga. 
Y si a alguno de vosotros (o vosotras), personillas que me leéis, os molesta u os ofende, pues es una pena. No lo hago con ánimo de molestar a nadie. Repito, a mí no me molesta, pero si alguien quiere expresar su opinión, puede hacerlo en los comentarios a la entrada (que acabo de descubrir cómo funcionan, soy una bloguera desastrosa) y se publicarán todos ellos, a no ser que los considere insultantes u ofensivos, que para eso los modero yo.

Nota: esta entrada no se ha escrito porque nadie me haya echado en cara mi lenguaje (no tengo aún trolls ni haters, lo que quiere decir que no soy nadie aún, a ver si alguien se anima). Es sólo que tengo una conciencia hipertrofiada desde siempre, que me decía que esto no lo estaba haciendo bien. Así que asunto aclarado, y a otra cosa.
Y perdón por el rollo, pero necesitaba soltarlo.

La vuelta al cole

Hola otra vez. La de hoy va a ser cortita.
Volvemos.

Lo de la vuelta al cole se ha convertido en un evento que todo el mundo celebra con muchísimo entusiasmo. En todas las publicidades de las grandes superficies aparecen niños felices de la vida por volver a clase, entusiasmados con sus mochilas nuevas y sus uniformes.
Y yo.... yo no lo veo, qué queréis que os diga. Yo creo que lo arrastro desde niña, nunca me hizo ninguna gracia, y ahora, pues tampoco.

Además este año ha venido prontito. ¿Os habéis dado cuenta de que en Mercadona ya es Navidad en octubre? Pues a mí este año El Corte Inglés me mandó una carta en junio. Vale que adelanten la primavera, pero a ver, señores de El Corte Inglés, eso no se hace. Punto. No se hace. Que en junio aún no hemos terminado ni el curso anterior.

Mi carta de El Corte Inglés, qué majos son
Pero es que llegan los últimos días de agosto y Whatsapp y las redes sociales se llenan de memes de padres eufóricos porque están a punto de soltar a sus niños a los profesores. Todos suuuuper contentos. Y todos tus amigos reenviando, sabes? Que dices: sois muy majos todos, eh?  Que todos esos nanos que soltáis tan alegremente los recogemos nosotros. 
A ver, que yo también suelto a los míos, pero yo suelto dos, y me vienen como 60. A partir de 16 años. No sé yo cómo véis el cambio.

Sale hasta en los telediarios. Todo son reporteros preguntándole a una niña de seis años rubia con rizos cómo lleva lo de volver al cole. Y la niña en plan, yo quiero ir a ver a mis amigos y ya. Pues yo, lo mismo.

Hasta los de El Mundo Today le dedican un artículo (buenísimo, como casi todos los que hacen), que podéis leer pinchando aquí.

Menos mal que se pasa pronto. Luego ya te metes en harina y esa sensación desaparece, en cuanto llegan los alumnos y empiezas las clases en serio (la primera semana, con las reuniones, y esas cosas, es un rollo absoluto).

Pero que conste, frente a todos los profes (que los hay) con mucha ilusión y muchas ganas de empezar el curso, yo reivindico desde aquí a la profesora gruñona que entra arrastrando los pies, a regañadientes.

Feliz reentrada.