Mi novia no me deja

Hoy me voy a meter en un jardín.

Últimamente, de los profesores se esperan más cosas que simplemente impartir ciertas materias. Se espera de nosotros, no solo que transmitamos conocimientos, digamos, técnicos, sino que además nos ocupemos de otras cosas. En los coles y en los institutos se enseñan valores, educación vial, educación sexual (aunque en esto queda muchísimo camino por recorrer), hasta hay peticiones de que haya asignaturas relacionadas con la prevención de la violencia de género.

Incluso en los centros más orientados a formar a las personas en el aspecto profesional, como el mío, se dan charlas sobre prevención de adicciones, de violencia de género, de acoso escolar, etc.

Así que hoy quería tratar un tema relacionado con estos aspectos, que no tiene nada que ver con lo que yo hago normalmente en clase. Todo viene al hilo de una cosa que me contaron el otro día. 

Empiezo.
Mi marido, que es profesor también, pero de la familia de Mantenimiento de Vehículos, participa en varios proyectos que incluyen el diseño y fabricación de prototipos, y la participación en diferentes competiciones con estos mismos prototipos. Esto implica viajar, y siempre, en estos viajes, participan alumnos que normalmente han estado trabajando en el proyecto durante el curso. Viajan dentro de España, pero también fuera. Han estado en Alemania, Francia y Reino Unido en los últimos ocho o nueve años. Lo digo porque a estos chicos les interesa el proyecto, claro, y les suele motivar mucho la posibilidad de hacer el viaje.

Este fin de semana están en Burgos. Mientras preparaban el viaje, ellos y el resto de equipos de otras ciudades, un compañero le comenta a mi marido que uno de los chicos que iba a viajar con ellos se ha descolgado del viaje. Y cuando el profesor le pregunta cuál es el problema, la respuesta es "es que no puedo ir, porque mi novia no me deja".

Vamos a ver. 
Un chico de dieciocho o diecinueve años, que renuncia a hacer un viaje con sus compañeros, dentro de un proyecto para el cual ha estado trabajando fuera de su horario lectivo, porque su novia no le deja ir.

Espero que esto se entienda bien. Yo estaría escribiendo esto exactamente igual, si la prohibición hubiese venido de un hombre. A lo mejor incluso lo hubiese hecho con más ganas, porque yo soy una mujer, y estas cosas me ponen especialmente nerviosa.
No sé qué hubiese hecho yo en ese momento si ese alumno hubiese sido uno de los míos. O a lo mejor sí lo sé. 

No sé cómo llega una persona a estar en una situación como esa, o a provocarla. Tal vez lo han visto en su entorno, y reproducen conductas o roles que tienen más o menos asumidos. Por si acaso, por si esa es la única visión que tienen sobre el asunto, voy a dar la mía, que es radicalmente distinta.

Antes de empezar. Éste es mi blog personal. No representa ninguna visión oficial de mi departamento, ni de mi centro, ni de mi administración. Es lo que pienso yo. Es mi postura.
Y como es mi blog, escribo lo que yo quiero. Como es mi opinión, pienso que es la correcta. Pienso que si las cosas funcionasen de otro modo, nos iría mejor de lo que nos va en ciertos aspectos. Y me da mucha pena, y a veces mucha rabia, que no sea así. No sólo si afecta a alumnos, sino también en otras personas.

Pues sigo...
Da igual si la relación tiene un mes o dieciocho años...
En una relación de pareja, o de amistad, nadie tiene derecho a decirle a la otra persona lo que debe o no debe hacer.
La otra persona no es más que tú. Ni tú eres más que la otra persona.
Nadie tiene poder sobre tí, a no ser que tú se lo des. No se lo des.
Nadie puede obligarte a renunciar a nada, a no ser que tú le des esa potestad.
No tienes que soportar cosas que no quieres soportar. Ni ciertas opiniones, ni ciertas actitudes, ni ciertos consejos, ni ciertas presiones.
Nadie puede decirte con quién tienes que hablar, chatear o relacionarte, dónde puedes o no puedes ir, o cómo te tienes que vestir, a no ser que tú se lo permitas. No se lo permitas.

Por supuesto, si nadie puede actuar de este modo hacia tí, tú tampoco puedes actuar así hacia la otra persona.

Y para que conste, todo esto no quiere decir que quieras menos a la otra persona.
Se puede querer muchísimo a otra persona y no tener que tragar con nada. Se puede querer muchísimo a otra persona y opinar diferente, relacionarte con otras personas, tener intereses distintos y tener libertad de movimiento.

Cuando lleguéis a situaciones personales más complejas, vais a tener que renunciar a algunas cosas, porque tendréis un trabajo con un horario que cumplir, o porque tendréis hijos que atender... o por otras mil cosas distintas.

Pero dejar de hacer cosas que te apetece hacer porque es la voluntad impuesta (y consentida) de una persona con quien compartes una relación, es simplemente absurdo. Una relación que se basa en someter la voluntad del otro (aunque sea una actitud mutua, lo que sucede en ocasiones) está viciada desde el principio.

Por último. Si con dieciocho años, una persona permite a su pareja ejercer una posición así (mi novia no me deja) sobre ella misma, no quiero pensar qué permitirá o qué situaciones generará más adelante. Creo firmemente que hay cosas que no  hay que dejar pasar, desde el minuto cero. En ningún caso.

Y ya está. Sólo comentar que el alumno en cuestión no acudió al viaje. Espero de verdad que no se pierda más, pero no lo tengo claro.



Un asunto económico

Llevo un tiempo dándole vueltas a si debía escribir esta entrada o no. De hecho, la tenía empezada desde hace tiempo, pero no sabía qué hacer.

Creo que es un tema que hay que tratar, porque es bastante durillo, pero precisamente por eso tenía reparos, ya que afecta a algunos de los alumnos que hemos tenido durante estos años, y no me gustaría que se sintiesen mal si se viesen reconocidos aquí, o los reconociesen sus compañeros.

Para que nadie se llame a engaño, aunque el título de la entrada es el que es, no voy a hablar sobre los problemas económicos o las dificultades que tenemos para comprar en los centros. Eso da para una entrada ella solita, y bastante larga. Lo dejo para otro día.

El tema es distinto. A ver si me explico.

Hace tiempo, en uno de los blogs que sigo (SCIENTIA), leí esta entrada: https://scientiablog.com/2013/06/10/una-puta-mierda/ . Vale la pena leerla, si tenéis un rato. Y si no, también.

Habla de un alumno brillante que está estudiando en la universidad, y se ve obligado a dejarlo porque no puede pagar las tasas. Es una entrada muy dura, escrita por un profesor (el autor del blog) que le da clase.

Es un problema grave, muy grave, el de la subida de las tasas para acceder a la universidad. Aquí, en la Formación Profesional, ya llevamos unos años escuchando historias parecidas. Alumnos que, tras abandonar la universidad, o no poder empezarla porque no podían hacer frente a las tasas, acaban llegándonos a nosotros. O alumnos que, una vez terminada la licenciatura (o creo que ahora ya son todo grados), han intentado acceder a un máster, y no lo han podido pagar. Muchos de ellos nos cuentan que, al ver las tasas que había que abonar en la FP, pensaron que era una broma. Y luego se matricularon.

Así que acabamos dando clase a alumnos que son un lujo, y que luego aprovechan muy bien lo que aprenden aquí, porque de algún modo les complementa, pero que en muchos casos habrían elegido estar en otro lugar, que desgraciadamente no han podido alcanzar.

Pero es que últimamente estamos llegando bastante más lejos. Os cuento.

Pongo un examen, y hay un alumno que no se me presenta. Ha estado faltando de vez en cuando, pero me extraña que no venga al examen. Cuando lo veo un par de días más tarde, se acerca y me dice que no ha venido a mi examen porque ese día no había podido pagar el billete de autobús para venir.

Para mi vergüenza (he decidido ser sincera aquí), reconozco que en ese momento pensé "ya, y los deberes se los ha comido el perro". De verdad que lo pensé. Me siento mal por haberlo pensado, pero lo pensé.

Cuando lo comento con las compañeras que le dan clase, un par de ellas me dicen que también se lo ha contado a ellas. Hablo con la tutora. Parece que está pasando apuros económicos. Hacemos las gestiones que creemos oportunas, se comenta en la evaluación, etc. Se habla con el departamento de orientación, se indica al alumno que acuda a servicios sociales para que le orienten sobre qué ayudas tiene disponibles...

El problema es que no es la única vez que nos ha sucedido. Que ahora recuerde, me vienen a la cabeza tres casos, contando el que os acabo de explicar. Gente que tiene dificultades para seguir estudiando en Formación Profesional, porque no puede hacer frente al transporte. Mi centro es enorme, puede que el más grande de Valencia, y viene gente de muy lejos, todos los días, en tren, o en autobús. Eso quiere decir sacarte un abono de transporte, normalmente. No hablo de una tasa de universidad. Hablo de un abono de transporte. 

Podéis pensar: hay becas. Sí, claro, hay becas. Pero no se las conceden a todo el mundo, o no todo el mundo las pide correctamente, o hay situaciones sobrevenidas en las que el alumno no había solicitado la beca (porque en ese momento su situación era otra), y por lo tanto no tiene. Y se encuentra con el problema a mitad de curso. El caso es que pasa. Pocas veces, al menos que yo haya vivido, pero pasa.

De los tres casos que ahora recuerdo, dos de ellos continuaron. Uno no. Quiero decir, hubo al menos una persona que, después de haber hecho preinscripción en el centro (tal vez una prueba de acceso anterior, no lo recuerdo), haber sido admitida, empezado el curso, comprado el material, etc... tuvo que abandonar porque no podía desplazarse para llegar aquí.

Me parece terrible. Es terrible. Aunque haya sido sólo una. Aunque después haya encontrado otras opciones. Aunque ahora estuviese colocada en el puesto de su vida. Me sigue pareciendo terrible.

Me imagino lo que debe ser ir a decirle a tu profesor/a que no puedes venir porque no tienes dinero. Me imagino lo que debe ser tomar esa decisión en casa. Me imagino lo que debe ser que tu madre o tu padre te diga que no puedes ir al instituto porque no te puede dar el dinero del autobús. Me imagino lo que debe ser decirle a tu hijo/a que no puede ir al instituto porque no le puedes dar el dinero para el autobús.

La segunda parte, para mí, es: ¿Y nosotros qué hacemos? Pues lo hemos hablado un montón de veces. Le hemos dado vueltas, pero no parece que lleguemos a ningún sitio. Yo he ido personalmente a hablarlo con la dirección del centro, pero el centro no tiene recursos para estos casos (hay que pensar que en mi centro hay unos dos mil alumnos, sería imposible cubrir eso). Y a veces tienes que oír alguna frase un poco dura (aunque real): no somos una ONG. Es verdad, no somos una ONG, pero eso no evita que te afecte. Y que le des vueltas.

Alguna vez hasta hemos pensado en cubrirlo de nuestro bolsillo. Pero eso es complicado. Tal vez el alumno no lo aceptase bien. Es un tema delicado. ¿Y cómo lo haces si hay más casos? Supongo que realmente no es algo en lo que debamos entrar, o sí, pero la verdad es que no sé qué solución tiene.

Pero creo que tenía que explicarlo. Y ya.

Una oferta de trabajo

Tenía muchas, muchas ganas de escribir esta entrada.

En mi departamento, yo soy la que se encarga de las ofertas de trabajo, por una razón muy sencilla: me quedo los correos electrónicos de todos los alumnos que pasan por mi clase, con lo que al final tengo el contacto de todos, a no ser que se cambien de correo y no me avisen.

Esto me da la oportunidad de seguir en contacto con ellos una vez terminan (aunque a veces el contacto es unilateral, que tengo que darles toquecitos para que me cuenten cómo les va), y de hacer uno de los trabajos más gratificantes para mí, que es acercarles la posibilidad de trabajar en lo suyo

De modo que, cada vez que llega una oferta para ellos a la bolsa de trabajo del centro, la persona al frente del departamento de prácticas me envía una copia de la oferta, y yo se la envío por correo electrónico. Lo hacemos así porque la bolsa del centro funciona como funciona, o mejor dicho, la utilizamos como la utilizamos, y muchas veces es más rápido y más efectivo el envío directo.

Y mis alumnos responden. Responden de tal forma, que a veces la propia empresa que emite la oferta me escribe para agradecerme el interés, porque han tenido una respuesta muy superior a la que esperaban.

De verdad que no lo exagero, no es la primera vez que pasa.

Y los alumnos también te escriben de vez en cuando para agradecer esta labor (esto me hace más ilusión aún, claro). Tres ejemplos sacados directamente de mi correo electrónico:

"...Parece que soplan nuevos vientos y que el panorama laboral en la industria alimentaria se mueve un poco más. Yo por mi parte quería agradecerte a ti y al resto de profesores estos dos años, gracias a los cuales hoy soy el tío más feliz del mundo..."

"...En mi caso, me gustaría agradeceros el tiempo y la profesionalidad. Gracias a vuestro trabajo, desde hace un tiempo casi vivo como una persona normal: me he podido independizar, tengo un perro, puedo gastar dinero en viajar, incluso me voy a casar...Si no hubiera sido por tener el título de grado superior, creo que sería impensable hoy por hoy..."

"...Tus correos me salvan la vida! Ya son dos veces, no dejes de encargarte de la Bolsa! Muchos Besos..."

Bonito, ¿eh?. Como para sentirse contenta, y orgullosa, ¿verdad?

Pues vamos con la segunda parte.

Durante la lectura de los proyectos de este curso, me entero de que todos los alumnos que han ido a una empresa en concreto de las que colabora con nosotros en las prácticas van a quedarse a trabajar allí. Me pongo súper contenta. Es muy buena noticia
No voy a dar el nombre de la empresa, luego lo explico. Sólo diré que es una empresa enorme, con muchos beneficios, que es proveedora de otra empresa aún más grande, con más beneficios. Quiero decir, apuros económicos no pasan.

Bueno, pues una compañera me comenta que uno de ellos va a empezar a trabajar esa misma noche. Y que, cuando ha preguntado al alumno por las condiciones en que lo contratan, el alumno le responde que no lo sabe aún. No lo sabe aún. Y empieza a trabajar esa noche.

Luego me entero de que los contratos son para la línea de producción. La política de la empresa es que empiecen desde abajo, pero hay oportunidades de promoción interna. No sería demasiado raro, si no fuese porque hasta este año, los alumnos que han ido entrando en esta empresa en concreto, han entrado directamente al laboratorio. Puesto superior, sueldo superior. Y que los contratos son por un mes, prorrogable, hasta un máximo de no sé cuántos. 

Pero no pasa nada, ahora en vacaciones pueden cubrir (temporalmente) puestos superiores. Y supongo que, cuando acaben las vacaciones los devolverán al puesto anterior (que es inferior), si tienen la suerte de ir renovando mes a mes, hasta que alguien decida que son buenos para el control de calidad. Mis alumnos salen del centro educativo siendo Técnicos Superiores en Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria.

Con el jefe, o director, o como quieran llamarle, de recursos humanos de esta empresa, tuve el placer la oportunidad de coincidir en una charla organizada por la Conselleria de Educación. Había dos ponentes de empresas, y un representante del centro educativo (adivina quién era).

Cuando le toca el turno de hablar, para explicar qué buscan en los alumnos de Formación Profesional, el tío empieza diciendo que hasta ahora, los centros hemos seleccionado al alumnado que les enviamos, pero que esto, por lo que respecta a su empresa, va a cambiar. Que van a seleccionar ellos a la persona idónea para darle la oportunidad de hacer las prácticas en su empresa. Que va a haber un proceso de selección. Para unas prácticas. En las que el alumno NO COBRA NADA.

Y que lo que él valora en una persona que lleva veinte años en la empresa, y que quiere acceder a una promoción interna, es que se forme fuera de las horas de trabajo, sacrificando a veces el tiempo con su familia. O su salud.
Juro por lo más sagrado que lo dijo así, tal cual. Delante estábamos dos compañeras, mis alumnos de segundo, y yo.

El Foro de las Oportunidades, se llamaba el evento. Con un par.

Lo que más me jode molesta, es que seguimos trabajando con ellos. Y lo seguiremos haciendo. Y esa es la razón de que no dé el nombre de la empresa. ¿Y por qué? Pues porque contratan a los alumnos que hacen prácticas allí, con bastante frecuencia. Con esas condiciones, pero contratan. Y eso no lo hacen todos. Y mis alumnos, habiendo asistido a esa charla, y sabiendo que deben entregar el curriculum antes de hacer las prácticas allí, para que ellos indiquen quiénes les gustan (aunque mis alumnos siguen eligiendo ellos, por riguroso orden de expediente académico, como hemos hecho siempre), eligen ir allí. Porque contratan. Lo saben de otros cursos, porque sus compañeros se lo cuentan.

Lo que pasa, es que esto no es un caso aislado. Llegan otras ofertas, y yo normalmente no me suelo enterar de cómo son las condiciones finales, a mí me pasan los datos de contacto, el horario y los requisitos del puesto, y poco más, que es lo que necesito para transmitir la oferta. Esta vez, otro alumno, con el que tengo más confianza y más contacto, me cuenta cómo le ha ido la entrevista, y las condiciones. Contrato en prácticas, a tiempo parcial, treinta horas a la semana. Que él calcula unos 500 euros al mes. Pero que, a veces, el horario se puede alargar. Incluido en el mismo sueldo, claro.

Y por otro lado sé que otra alumna de otra promoción consigue el puesto, y que está contenta. Lo entiendo, yo lo habría aceptado en su lugar. Yo lo habría aceptado cuando salí de la facultad, si me lo hubiesen ofrecido.

Pero claro, yo todo esto lo digo desde el cómodo punto de vista de una persona que tiene un puesto de trabajo asegurado. Mi perspectiva es distinta de la de las personas que están ahora mismo buscando empleo, y mi forma de verlo también.
Pero la gente interesada en opositar también tiene lo suyo, eh? Yo he escuchado, cuando estaba buscando trabajo fuera de la función pública, que ni se le ocurriese a nadie mencionar en una entrevista que estaba preparando oposiciones. Que eso daba una idea de un perfil determinado, que a los empresarios no les gustaba nada.

A lo mejor, a lo mejor, hay gente que acaba estudiando para oposiciones porque el mercado no le ofrece otras opciones dignas. Fue mi caso. Yo jamás había pensado en opositar, hasta que estuve un tiempo en el paro. Pero esa es otra historia. De la que no me arrepiento en absoluto, que conste. Mi trabajo me encanta, pero eso lo descubrí después. Hay otras muchas personas que opositan porque ésa es su vocación. Pero parece que aspirar a ser funcionario es terrible.

Y a veces tengo la sensación de que aquí estamos nosotros, formando gente lo más profesional posible, y mostrándoles cómo hacer el curriculum perfecto, y cómo agradar en una entrevista de trabajo, y cómo mostrar al empresario lo que espera encontrar. Al mismo empresario que les va a contratar en prácticas, o con contratos mensuales, prorrogables.

Los mismos empresarios que se agrupan en organizaciones que recomiendan retrasar la edad de jubilación, o que nos hagamos planes de pensiones privados, o abaratar el despido, o que se permiten opinar sobre el sistema educativo. Parece que necesitan que nos adecuemos más a sus necesidades.

Y luego oyes en las noticias que sube la edad a la que se independizan nuestros jóvenes (lo dicen así, nuestros jóvenes), que baja la natalidad, que esos jóvenes nuestros se tienen que ir fuera a trabajar (pero es una ventaja, como irse de Erasmus, eh?), y que crece la proporción de jubilados, con lo que el sistema de pensiones.... ¿hace falta que siga?

Creo que me estoy encabronando. Hoy me ha salido del tirón. Me he ido calentando a medida que escribía, pero no voy a darle muchas vueltas, porque reescribiré cosas y no quiero. Creo que la voy a dejar así.

Pero bueno, yo seguiré recibiendo y transmitiendo ofertas, porque afortunadamente esto se mueve, porque estamos bastante mejor que en otros sectores, y porque seguiré (espero) recibiendo correos de agradecimiento por lo que hago. Y me alegraré por ellos, hasta que me vuelva a dar el cabreo. 

Por supuesto, también hay otras empresas que tratan mejor a sus empleados, la mayoría de los alumnos que se colocan están contentos, y tenemos muchos que ya son empleados de larga duración en muchas empresas, entre ellas la primera que he mencionado. Y están contentos, de verdad. Es sólo que hoy tocaba el lado oscuro.

Y si os parece que me ha salido muy negativa, volved un poco para arriba y leed de nuevo los correos que recibo. Sólo he puesto tres, pero tengo bastantes más. 

Y son estupendos. Los correos, y sus autores. De verdad. Lo sé porque los conozco a todos, personalmente.






Depende, o el problema de la incertidumbre

Hace unos días encontré un hilo en Twitter que me llamó la atención.
Había tres participantes, y uno de ellos era Aitor Sánchez (@midietacojea), autor de un blog sobre nutrición y un libro sobre el mismo tema y con el mismo nombre, y un referente en divulgación sobre nutrición ahora mismo. Su curriculum es enorme, si tenéis curiosidad por saber más de él, podéis pinchar aquí. Vale la pena.

Parece que alguien había hecho una pregunta sobre las grasas vegetales, y quería que le dijeran cuál era más saludable entre dos opciones (creo que grasa de girasol y de coco, pero no lo recuerdo bien). El caso es que la respuesta de Aitor no satisfizo a quien preguntaba, porque va y se le ocurre decir que eso dependía. Dependía de varios factores, y así se lo hizo saber. Qué has dicho.

La otra persona, que esperaba una respuesta que señalase una de las dos grasas, no estaba precisamente contenta. Pronto se hizo evidente que era inútil intentar explicarle nada, porque lo cierto era que no estaba dispuesto a entender nada. Él había ido a por el tipo de respuesta que él quería, y que le dejaran la puerta abierta no le gustó. No le gustó nada (en plan "no eres capaz de responder una simple pregunta", etc.).

Al margen de que el tono de esta persona en cuestión no era precisamente pacífico, lo que me llamó la atención es que ésto es algo que yo vivo en clase muchas veces. No el cabreo, mis alumnos se suelen comportar de una forma más razonable, sino el hecho de que, en muchas cosas, no se puede dar una respuesta absoluta a ciertas preguntas.

Creo que "depende" es de las palabras que más se oyen en mis clases. No voy a hablar de nutrición aquí, porque no es lo mío (pese a que imparta un módulo que se llama Nutrición y Seguridad Alimentaria a mis alumnos de segundo, pero eso es otro tema), pero en tecnología de los alimentos, que sí es lo mío, ocurre lo mismo.

¿A qué temperatura hay que poner una cámara para almacenar fruta? Depende de la fruta, de su estado de madurez, de cuánto etileno libera y de si es sensible a él,  de si quieres que aguante o que empiece a madurar...

¿Qué tratamiento térmico es mejor para la leche? Depende de si vas a refrigerar después o no, del recuento inicial de microorganismos que tengas, de si es leche para consumo o para elaborar productos lácteos... 
Un comentario sobre esto: en este caso, lo que sí es seguro es que hay que darle un tratamiento térmico. La leche sin tratar no es segura, y trae problemas, pese a que actualmente alguna comunidad autónoma se esté planteando permitir la venta de leche cruda. Así que, hasta en este tema, alguno debe tener dudas... 
Sobre este tema (y sobre el siguiente) hay una entrada buenísima en otro blog buenísimo, Gominolas de petróleo (@gominolasdpetro). También vale la pena.

¿Es normal que la carne desprenda agua? Pues hasta cierto punto sí, pero también depende de algunos factores, como su pH, si es una carne DFD o PSE (un par de defectos de la carne que afectan a su capacidad de retención de agua), o si ha sido congelada previamente, y en qué condiciones. 

Vamos, que en una matriz tan compleja como es un alimento, sea del origen que sea, el comportamiento que va a tener no puede explicarse sin tener en cuenta una cantidad relativamente grande  de aspectos que se interrelacionan.

La segunda parte es que los alumnos lleguen a saber convivir con esto. Al principio cuesta un montón,  muchas veces llegan con una visión más simple (o menos compleja, como queráis) de las cosas, y demandan respuestas claras y concretas, sobre todo en temas que no controlan aún. 

Y además en un campo del que todos sabemos algo, porque todos comemos, y en el que es muy corriente que vengan con algunas ideas preconcebidas de las que han oído durante toda la vida (porque son ideas de toda la vida), que no son necesariamente ciertas, o que necesitan verse desde un ángulo más complejo.

Introducir la incertidumbre y que la acepten es difícil para algunos alumnos, a veces deben pensar que no les damos respuestas absolutas, no porque no existan, sino porque no nos las sabemos (que es precisamente lo que pasaba en el hilo de Twitter que he mencionado antes, aparte de la mala leche que se gastaba el tío).  
Eso me ha pasado alguna vez. Darme cuenta de que quien está hablando conmigo está pensando "ésta no tiene ni idea de lo que me está contando". Sobre todo a principio de curso, cuando no se han habituado todavía a tu forma de trabajar.

Lo que pasa es que para pasar de ahí hay que querer. Hay que estar abierto a complicarse la vida, o la forma de pensar, un poco, lo que no es cómodo, definitivamente. Supongo que la opción contraria es más satisfactoria, en cierto modo, porque te da respuestas más rápido. El problema es que esas respuestas no siempre sirven. O mejor, no suelen explicar la inmensa mayoría de las cosas.
 
Pero llega un momento en que la mayoría de los alumnos llegan, alcanzan ese punto, que es muy necesario, en el que empiezan a dudar (en el sentido de plantearse otras opciones) de lo que leen o lo que les cuentas, y a verlo con más amplitud de miras. O a considerar más factores. Y entonces, la clase crece. Y te discuten, y te preguntan, y te toca buscar o pedirles que busquen más información o en otros lugares. 

Juegan, en definitiva, lo que lo hace todo mejor y más interesante. Y nos divertimos más.