Alex es premio extraordinario

Hoy nos han dado una noticia estupenda. A nuestro alumno Alex Ferri, que acabó el Ciclo Formativo de Grado Superior el curso pasado, le han concedido el premio extraordinario de formación profesional de la Comunidad Valenciana.

Viene a querer decir que es el mejor estudiante de la comunidad autónoma en su especialidad, y que podrá competir con los mejores estudiantes de las otras comunidades autónomas por el premio nacional. Así que mis compañeros y yo estamos muy contentos. Muy muy contentos.

Y como en las noticias  salen los premios nacionales de Bachillerato, pero de los de Formación Profesional no habla casi nadie, he decidido presumir aquí. Y en Twitter, y en Facebook, y en Instagram, que están para eso.

Yo estoy tan contenta que además he pedido mi marido que haga la cena hoy, porque quería ver si podía encontrar a todos los ganadores de premios extraordinarios que han pasado por nuestras aulas. Ha sido más fácil de lo que creía (lo de librarme de hacer la cena). Lo de encontrarlos me ha costado un ratito de buscar en el DOGV, pero los he encontrado. Y la verdad es que no está nada mal.

La siguiente relación incluye todos los premios extraordinarios que hemos tenido desde que hay datos de nuestra familia profesional. O al menos los que yo he podido encontrar, pero estoy casi segura de que no hay en los cursos anteriores.

CURSO
CICLO FORMATIVO GRADO MEDIO
CICLO FORMATIVO GRADO SUPERIOR
2015-16

Alex Ferri Navarro
2014-15 Paz Hervás Vidal Juan Domingo García
2013-14

Cristina García Rivas
2012-13 Cavi Martínez Alabau Cristina Alemany García
2011-12

Gemma Sanmartín Peris
2010-11

Leo De Luca Conte
2009-10

Luis Saiz Sánchez
2008-09

Yolanda González García
2005-06

José Nieto Villalba

He tenido la suerte de darles clase a todos ellos, y me enorgullece decir que con algunos de ellos sigo en contacto, más o menos frecuente. No será porque no lo intente, que soy muy pesada con los correos a los ex-alumnos. Pero es que mis ex-alumnos molan mucho. 

Como siempre hay que protestar de algo, diré que hasta el curso 2010-11, si no me equivoco, el premio autonómico estuvo dotado económicamente. Después ya no. Me acuerdo de Gemma diciendo que era la primera a la que no le daban el premio en metálico. 
Otra de esas cosas que hemos perdido, y que es de las pérdidas que más injustas me parecen. Les vendría muy bien la pasta, además del reconocimiento. Sobre todo a su edad, y en su situación. El premio nacional si que está dotado actualmente. Pero hay que ganarlo, claro. Y está más reñido.

Y ahora que ya he contado lo que quería, voy a escribirle un correo a Alex, para darle la enhorabuena. Buenas noches.


Hay cosas que no se preguntan

Vaya por delante que esta entrada no pretende ofender a nadie.

Buen comienzo, ¿eh?

Vaya por delante también que lo que voy a explicar no se aplica a todos mis alumnos, ni siquiera a una mayoría de ellos. Es sólo que, a veces, me encuentro con algunas actitudes que no encuentro muy convenientes en el trato con el profesor, o a ver si me explico mejor, que dan una imagen muy pobre del alumno, con respecto a lo que está dispuesto a esforzarse en clase. 

Yo entiendo que la forma que tenemos de evaluarlos es un poco reduccionista, a veces. La nota de los exámenes pesa mucho, y eso preocupa a los alumnos, que perciben que se lo juegan todo en uno o varios exámenes, y cuando se acercan las fechas críticas se van presionando cada vez más. Eso hace que, en ocasiones, pregunten o comenten cosas que (al menos a mí) me desconciertan (y me molestan) un poco.

Situación 1: "¿Pero esto lo vas a preguntar/ entra/ va para el examen?" Variación: "¿Pero qué es lo más importante del tema?" Es más sutil, porque saben que me cabrea la pregunta, pero viene a querer decir lo mismo.

Traducción: "Voy a pasar olímpicamente de todo esto que me estás contando, a no ser que me garantices que voy a poder sacarle rendimiento cuando te lo escriba en el examen".

Como he dicho un poquito más arriba, es una pregunta que me cabrea mucho. Los profesores que no utilizamos libros de texto pasamos bastante tiempo preparando, revisando y complementando los materiales que utilizamos en clase. Por no hablar del tiempo que invertimos en comprobar que lo que les estamos contando sigue vigente. 
En un campo como el mío, en el que tanto la normativa como la tecnología cambia constantemente, es necesario hacerlo, y aún así muchas veces te toca rectificar en clase (otras veces te rectifican los alumnos, con toda la razón del mundo). 
Lo que preparo, aunque luego no pueda preguntarlo todo en un examen, lo preparo porque pienso que es de interés. Y me mosquea que lo reduzcan o lo clasifiquen en lo que entra o lo que no entra. Y que prime el hecho de aprobar un examen sobre la posibilidad de aprender algo útil.  que suena a tópico de profesor, pero es así.

Respuesta: Todo lo que se ve en clase es susceptible de ser preguntado en un examen. Tú lo sabes, yo lo sé, para qué vamos a andarnos con tonterías. 
Además, es cierto. Suelo preguntarlo todo, si es posible.

Situación 2: "¿La teoría la vas preguntar en un test?" 

Traducción: "¿Me lo estudio en serio, o basta con que le pegue una leidita y ya si eso veo si me suena algo en el examen?"

Nunca he entendido el proceso por el cual, dependiendo de cómo plantee el examen el profesor, la forma de estudiar varía. También es verdad que cada uno lleva esto a su manera. Cuando era estudiante, yo siempre he necesitado entender lo que me estaba estudiando. Se me da fatal memorizar, por lo que siempre he intentado minimizar esa parte. No soy capaz de aprenderme algo que no sé de qué va. 
Pero una cosa sí sé: estudiar es un trabajo que requiere una dosis altísima de fuerza de voluntad. Tú te autorregulas, nadie más que tú sabe cuándo estás preparado del todo. Entiendo que en ocasiones las cosas se te amontonen, y no puedas dedicarle todo el tiempo que quisieras, aparte de otras circunstancias

Respuesta: Esa no es la cuestión. La cuestión es la imagen que le das al profesor cuando preguntas eso. Lo que le das a entender. Lo mismo que en la siguiente situación.

Situación 3: Esta pregunta la oigo más de lo que quisiera después de darles las notas de algún examen. Es de mis situaciones preferidas. "¿Y no podemos hacer nada para subirla?" O su variación: "Si es casi un cinco, ¿no se puede promediar?".

No creo que esto necesite traducción.

Claro que se puede hacer algo, estudiar y hacerlo  mejor la próxima vez

No soy una profesora que ponga los exámenes para complicar la vida a los alumnos, pero corrijo de forma muy rigurosa, y muy ajustada. Es mi forma de ser lo más equitativa posible. Cuando doy una nota, la he pensado antes. Si creo que un alumno tiene que recuperar, no hay otra. Y además, al final es mejor para el alumno (aunque es difícil verlo en el momento en que les dices que tienen que recuperar), ya que al final, sacan mejores notas. Y a veces, se promedia con notas como ésa (yo no muchas, para qué voy a mentir).

Podemos verlo también de otra forma. Un 4'6, o similar, quiere decir que has hecho bien menos de la mitad del trabajo. 
Ahora ve y dile a tu jefe: "Mira, es que hoy no sé qué me ha pasado, pero la mitad de lo que he hecho lo he hecho mal. Pero no pasa nada, está casi bien ¿eh?" A ver qué te contesta.

De nuevo, es comprensible que uno tenga un mal día. Pero hay cosas que no se pueden decir. 

Situación 4: "Ese dibujo/tabla/diagrama de tu presentación no está en los apuntes, ¿nos lo puedes pasar?"

Respuesta: NO. NO. Si no está en los apuntes es por algo. Os doy apuntes. No tenéis que copiar todo lo que digo (si os cogen mis profesores de Parasitología de la facultad os crujen vivos, que no nos preparaban ni apuntes). Pero sería bueno que los que yo os paso, los tuvieseis delante en clase, para apuntar lo que se necesite.
Es una petición que los alumnos hacen cada vez más. Y a mí me preocupa. En la mayoría de los casos, el alumno no tiene el impulso de complementar los materiales que les facilitamos en clase, buscando en otros lugares.

Debo puntualizar una cosa, aunque creo que ya la he mencionado. Yo no trabajo con libros de texto. Mi familia profesional es muy pequeña, y hasta hace muy poco tiempo no era rentable publicar, por lo que no se hacía. Y ahora que las editoriales (y algunos compañeros) empiezan, yo al menos me he acostumbrado a trabajar con mi propio material, que actualizo a mi ritmo, y me permite ser más flexible. No es tan cómodo como trabajar con libros, pero a mí me gusta más. Por esta razón les pasamos los materiales a los alumnos. Y eso hace que a veces, ni se los descarguen. Pero es su decisión, y su problema. 

Así que la solución es fácil: si hay una tabla, un diagrama, o lo que sea que necesites para completar tus apuntes, GOOGLE IT (me gusta cómo suena en inglés). Es lo que yo he hecho para encontrarla, y probablemente hasta encuentres material mejor que el que he encontrado yo. Tenéis a mano la herramienta más potente para buscar información de todos los tiempos, utilizadla. Algo que yo no tenía cuando estudiaba, mi recurso era comprar libros o visitar bibliotecas. Bastante más laborioso.

Y para terminar, mi preferida, sin lugar a dudas.

Situación 5: "es que yo no estaba cuando explicaste eso en clase", acompañada de "pero, ¿eso estaba así en los apuntes o se dijo en clase?" 

No sé ni por dónde empezar. Mejor por el final. Yo no pregunto casi nunca en un examen mis apuntes tal cual. Creo que no sirve de nada. Les digo a mis alumnos que aspiro a que piensen. Y la mayoría de veces que digo eso, ellos me miran con cara de "mira Ana qué graciosa, lo que nos dice", o se ríen directamente. En fin. 
Todo lo que se comenta en clase contribuye a la clase, y a complementar el material. Si no, no haría falta dar clase, y esto sería enseñanza a distancia. Pero de momento no lo es.

Y por la parte de faltar a clase y utilizarlo como excusa... pues no sé, creo que el hecho de considerar las faltas como justificadas, en los casos en que lo hacemos, les ha dado una especie de salvavidas para justificar que no han recibido esos contenidos. Ven muy natural escudarse en eso para pedirte que repitas una, o varias clases.

Pero que quede una cosa clara: yo no puedo, ni debo, ni voy a repetir las clases para las personas que puntualmente no han acudido a alguna sesión. Esto es así. Es su responsabilidad tratar de resolver el problema. Lo que corresponde es pedir los apuntes a un compañero, leértelo por lo menos, y en todo caso venir a preguntarme dudas. Jamás me he negado a eso. Y es lo que han hecho los estudiantes de todos los niveles, desde siempre. Lo sé porque yo he prestado apuntes a compañeros muuuchas veces. Yo no era de faltar a clase.

Así que si encuentras un compañero amable que te deje los apuntes, problema casi resuelto. Y si no, vuelvo a lo que he dicho antes. GOOGLE IT. Y luego ven a preguntarme dudas.

Bueno, pues ya está, ya me he desahogado un ratito. Ha quedado un poco borde, creo, pero esta semana lo necesitaba

NOTA: Nada de esto es nuevo para mis alumnos, no he escrito nada en esta entrada que no diga directamente a mis alumnos en clase, de esta forma o parecida. No se lo digo todo seguido, claro. Esto es un greatest hits. Y no soy tan brusca. O a veces sí.
 

Dudas de clase: a vueltas con el picante

Muchas veces, mientras estamos en clase, surgen algunas dudas de los alumnos que son tangenciales al tema que estás tratando. En algunas ocasiones estás segura de la respuesta que vas a dar, en otras no, y toca decir que no lo sabes, pero que buscarás la información. 

Admitir que no se sabe algo podría parecer un problemón, pero no debería serlo tanto. La primera vez es difícil. Decir en voz alta ante los alumnos "no lo sé", es un paso. Pero cuando lo das, te facilita las cosas. Creo que es mejor que los alumnos sean conscientes de que tú no lo sabes todo, pero que hay un compromiso para solucionar estas situaciones. Creo que esto refuerza la confianza que el alumno tiene en tu profesionalidad. Aparentar que controlas algo que no controlas me parece muy mala solución, que además se cae por sí sola y te puede costar muy caro (en términos de confianza del alumno).

Pues lo que estaba diciendo, muchas veces surgen cuestiones muy interesantes, o curiosas, pero que no son exactamente lo que estás explicando en ese momento, y a veces no te puedes parar. La verdad es que me apetecía mucho hacer entradas sobre estas dudas, porque lo de buscar información me pierde, y siempre aprendes algo nuevo. Así que aquí está la primera.

Hace algún tiempo, una alumna del ciclo de grado superior que imparto (el de Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria), me preguntó si el picante conservaba. Parece ser que tenía una salsa bastante caducada en la nevera, pero pensó que, ya que la salsa era picante, debía poder consumirse, porque eso la protegería de la contaminación microbiana. Y al día siguiente (de consumirla), me lo preguntó en clase.

Yo ya tenía bastante claro que la respuesta era no, pero por si acaso empecé a buscar información sobre el tema. 
Lo cierto es que desde hace siglos, en  los alimentos se utilizan las especias para distintos fines, entre ellos, tratar de conservarlos. 



Algunas de estas especias contienen sustancias con cierta actividad bacteriostática (que impide la reproducción de las bacterias), como la alicina, el ácido gárlico o el aldheído cinámico, presentes en el ajo y las cebollas, la nuez moscada o en el cinamomo. 

Pese a contener estas sustancias, y que éstas hayan demostrado tener propiedades bacteriostáticas, lo que protege a la planta de las agresiones de microorganismos, la cantidad de especias que utilizamos normalmente en los alimentos hacen que su presencia no sea suficiente para proteger al alimento frente a la actividad o el crecimiento de los microorganismos (1). De hecho, en algunos casos, y debido al aroma y sabor de estas especias, lo que podríamos estar haciendo es enmascarar en parte las alteraciones debidas a la actividad de estos microorganismos. Esto sí que lo hacen bien las especias.

Pero vamos con el picante. La responsable de la sensación picante (porque no es un sabor) es una molécula llamada capsaicina, presente en mayor o menor medida en diferentes partes de plantas del género Capsicum (pimienta, ciertos pimientos, chiles, etc.). Dado el efecto que produce en la boca, y que seguro que hemos experimentado todos, con mayor o menor placer (a mí no me gusta NADA)podríamos pensar que esto protegería a la planta de su consumo por parte de los hervíboros (2).


Estructura química de la capsaicina


La capsaicina estimula los receptores térmicos y los nociceptores (receptores para el calor y el dolor) de la piel y las mucosas, como por ejemplo los de la superficie de la lengua, cuando se ingiere. El resultado es la típica sensación de ardor que todos los que hemos probado el picante conocemos.

Ha habido intentos más o menos exitosos de medir la intensidad de la sensación picante. Una bastante curiosa la puso en marcha Wilbur Scoville, químico y farmacólogo estadounidense, que en 1912 estableció un test organoléptico y una escala (escala Scoville), que utilizaba las SHU (Scoville Heat Units) para expresar el grado de picor de diferentes tipos de chile, que en principio debía tener relación con la concentración de capsaicina presente en el alimento (3).

Como el test era organoléptico (utilizaba los sentidos para determinar una característica del alimento), se basaba en establecer un panel de cinco jueces que debían evaluar la intensidad de la sensación, y luego consensuar su evaluación. El fundamento era sencillo: se trituraba el alimento en cuestión (el estudio se hizo sobre chiles), y se diluía con agua azucarada hasta que los jueces dictaminaban que no se podía apreciar en la boca la sensación picante. Así, si había que diluir 100 veces el alimento original hasta no notar el picante, se le asignaba a ese alimento en cuestión un valor de 100 SHU. De ese modo, a mayor valor en SHU, más picante era el alimento, por lo que la concentración en capsaicina debía ser mayor.

Las dificultades que presenta el método radican, por un lado, en el consenso a la hora de asignar el valor en SHU, porque la sensibilidad al picante puede ser diferente en los diferentes jueces (aunque éstos se suelen entrenar), y por otro, en el hecho de que, incluso dentro de la misma especie vegetal, el contenido en capsaicina depende de las condiciones de cultivo, de las condiciones climáticas, etc. El ejemplo típico son los pimientos de padrón, que ya se sabe...
Dicho de otro modo, que es difícil establecer un valor estándar para una especie determinada, y lo que se dan son intervalos de estos valores en SHU. 

En la actualidad, la determinación del contenido en capsaicina se hace por cromatografía líquida de alta resolución (HPLC, en inglés), lo que da un valor exacto de la concentración de la molécula en la muestra de alimento concreta. Aunque eso sigue sin salvar la variabilidad dentro de la misma especie, o la sensibilidad de las diferentes personas a la molécula.
Vamos, que puedes intentar fiarte de la información que has encontrado en internet para decidir si vas a probarlo o no, y luego pasarlo bastante mal (4)
Por cierto, para librarte de la sensación, olvídate del agua. La capsaicina no es soluble en agua, por lo que no podrás retirarla así de fácil. Tampoco con bebidas alcohólicas. Parece que lo mejor es la leche entera.

Lo curioso de todo esto es que, aunque la capsaicina no ha demostrado tener efectos conservantes sobre los alimentos, sí que tiene reconocida actividad farmacológica. ¿Verdad que el picante parece adormecer la lengua, y a partir de ahí las sensaciones que percibimos con ella están como atenuadas? Pues eso dio la pista para pensar que podía utilizarse en el tratamiento del dolor, aunque pueda parecer paradójico utilizar la molécula responsable del ardor en la lengua para estos casos.

La capsaicina bloquea la transmisión del dolor porque impide la liberación del neurotransmisor responsable de los estímulos dolorosos (5). En otras palabras, no deja que se libere la molécula que avisa a las neuronas de que te tiene que doler algo. Y por eso se utiliza por vía tópica (cremas, pomadas, parches cutáneos...) en el tratamiento de algunos tipos de dolor.

Así que, Paula, aunque la capsaicina fuese capaz de proteger al pimiento picante de que se lo comiese, qué se yo, una cabra, no va a proteger a la salsa de que crezcan en ella algunos microorganismos. De eso se encargan los conservantes que lleve la salsa, o un tratamiento térmico, o la refrigeración, pero eso ya lo vemos en clase. Mi recomendación es no consumir salsas pasada la fecha de caducidad, por si acaso...

(1) Microbiología Alimentaria: Metodología Analítica para Alimentos y Bebidas
Escrito por María del Rosario, Pascual Anderson,Vicente Calderón y Pascual (Ed. Díaz de Santos)

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Capsaicina

(3) https://es.wikipedia.org/wiki/Escala_Scoville

(4) http://www.lavozdegalicia.es/noticia/informacion/2016/01/21/wilbur-scoville-saber-pimiento-pica-/00031453375091152933165.htm

(5) http://www.vademecum.es/principios-activos-capsaicina-n01bx04

Yo trabajo con personas

Trabajar con personas es complejo. No me refiero a trabajar para un cliente, o con compañeros de trabajo. Me refiero a cuando tu materia prima son las personas.

Eso lo hacen los médicos, los peluqueros, o los profesores, entre otros.

En este sentido, hay trabajos y trabajos. Cuando hablo con mi peluquera, le digo que lo que me gusta de un trabajo como el suyo es que, a no ser que la líe mucho, lo lógico es que todos sus clientes se vayan contentos. Al fin y al cabo, vas a que te cuiden un rato, y sales mejor de lo que entraste. Ya digo, siempre que no la líes mucho.

El caso de los médicos es diferente. También vas a que te cuiden, pero cuando vas a la consulta, normalmente es porque no estás bien. Pero además, el médico es un profesional que debe acostumbrarse a dar malas noticias. Desafortunadamente, es algo que supongo que harán con frecuencia. Y también buenas, por supuesto. Pero entra en el sueldo fastidiarle el día a alguien, de vez en cuando.

Mi caso es parecido, en algunos aspectos. Mis clientes (porque al final son mis clientes), no siempre están contentos cuando tratan conmigo. Yo suspendo a la gente. No siempre, pero con relativa frecuencia. Les pongo delante sus notas, y a veces la nota es un dos, o un tres con siete. Se la he puesto yo, y me toca explicarles por qué. Unas veces ya se lo esperan (la mayoría), pero a veces no. He visto alumnos sacar un 0,5 y alucinar porque el examen les había salido muy bien. Ojos como platos. 

Mis alumnos pasan con nosotros una media de dos cursos (cuatro, si se reenganchan del grado medio al superior). Eso supone un montón de horas juntos, al final. En grupos no muy numerosos, nada que ver con una clase en la universidad. En el peor de los casos, 36 por grupo. Y según avanza el curso, menos. Calcula el nivel de contacto con ellos. 
Mi padre (que era profe hasta que se jubiló), cuenta que a veces, hablando con los padres de los alumnos, se daba cuenta de que él (dando un "ogro" como física y química) estaba más cerca de los alumnos que su propios padres. Incluso cuando los padres en cuestión eran mucho más jóvenes que él.
Si yo le cuento mi vida a mi peluquera, y voy de uvas a peras, imagínate lo que nos cuentan los alumnos a nosotros.

Yo no suelo tratar con padres o madres de alumnos. La mayoría de mis alumnos son mayores de edad, y desgraciadamente, con los alumnos menores, te encuentras con que hay muchos padres que no muestran mucho interés por ponerse en contacto con nosotros. Digo desgraciadamente para sus hijos, claro. Porque algunos lo necesitan. En dieciséis años en la enseñanza, habré hablado, sin exagerar, con unos cinco padres o madres, como mucho. Así que mi interlocutor, en la inmensa mayoría de los casos, es el alumno.

Las prácticas dan para mucha conversación, y acabas alcanzando niveles de confianza (sí, se podría decir confianza) con ellos de los que no eres muy consciente a veces. Y en dos años, a una persona le pasan muchas cosas. Por aquí han pasado personas que, en esos años, han encontrado o perdido el trabajo, han perdido a un familiar, se han casado, o han sabido que iban a tener un hijo. A veces dos (hijos). Un shock. Luego los traen para que los conozcamos, y es genial.

También hay personas que abandonan, por diferentes motivos. Por trabajo, por enfermedad, porque esto no es lo que pensaban, o porque sí. La Formación Profesional no es educación obligatoria, por lo que es su decisión si quieren seguir o no. A veces, es una decisión inteligente. En otros casos, pensamos que se equivocan.  Pero es su decisión.
Es una pena, pero de los alumnos que abandonan, normalmente no vuelves a saber más.

Luego están los que terminan con éxito. Y algún tiempo más tarde, pasan por el centro por alguna razón, y vienen a verte. Y te cuentan que están trabajando (o no) y que se acuerdan mucho de ti. O te escriben un correo electrónico que se te saltan las lágrimas.
Y es fantástico, porque eso cierra el círculo, de alguna manera. Y te cura de todos los ratos de preocupación, o de cabreo que tenemos de vez en cuando. Que, al menos para mí, no suelen tener que ver con los alumnos, sino con cosas que nada tienen que ver con las clases, que de ésas también tenemos.

De verdad pienso que es lo mejor de este trabajo. La cantidad de gente con la que trabajas, y sobre la que influyes de alguna manera, para bien. Aunque a lo mejor influir es un verbo un poco grande.

Me está quedando la entrada un poco larga. Y un poco buenoide. No voy a mentir, también hay personas con las que no consigues conectar, por mil razones distintas, o personas problemáticas (las menos), incluso algunas con las que no te apetece conectar en absoluto. No queda muy bien decirlo, pero a veces también es así. Tú lo sabes, y ellos también. Supongo que algunos de mis alumnos o exalumnos pensarán lo mismo de mí. También va en mi sueldo. Pero no sería muy elegante hablar de eso aquí, ¿verdad? Así que vamos a dejar así ese tema. 

Termino ya. Tengo que poner dos exámenes. Y eso sí que no puede esperar.