Trabajar con personas es complejo. No me refiero a trabajar para un cliente, o con compañeros de trabajo. Me refiero a cuando tu materia prima son las personas.
Eso lo hacen los médicos, los peluqueros, o los profesores, entre otros.
En este sentido, hay trabajos y trabajos. Cuando hablo con mi peluquera, le digo que lo que me gusta de un trabajo como el suyo es que, a no ser que la líe mucho, lo lógico es que todos sus clientes se vayan contentos. Al fin y al cabo, vas a que te cuiden un rato, y sales mejor de lo que entraste. Ya digo, siempre que no la líes mucho.
El caso de los médicos es diferente. También vas a que te cuiden, pero cuando vas a la consulta, normalmente es porque no estás bien. Pero además, el médico es un profesional que debe acostumbrarse a dar malas noticias. Desafortunadamente, es algo que supongo que harán con frecuencia. Y también buenas, por supuesto. Pero entra en el sueldo fastidiarle el día a alguien, de vez en cuando.
Mi caso es parecido, en algunos aspectos. Mis clientes (porque al final son mis clientes), no siempre están contentos cuando tratan conmigo. Yo suspendo a la gente. No siempre, pero con relativa frecuencia. Les pongo delante sus notas, y a veces la nota es un dos, o un tres con siete. Se la he puesto yo, y me toca explicarles por qué. Unas veces ya se lo esperan (la mayoría), pero a veces no. He visto alumnos sacar un 0,5 y alucinar porque el examen les había salido muy bien. Ojos como platos.
Mis alumnos pasan con nosotros una media de dos cursos (cuatro, si se reenganchan del grado medio al superior). Eso supone un montón de horas juntos, al final. En grupos no muy numerosos, nada que ver con una clase en la universidad. En el peor de los casos, 36 por grupo. Y según avanza el curso, menos. Calcula el nivel de contacto con ellos.
Mi padre (que era profe hasta que se jubiló), cuenta que a veces, hablando con los padres de los alumnos, se daba cuenta de que él (dando un "ogro" como física y química) estaba más cerca de los alumnos que su propios padres. Incluso cuando los padres en cuestión eran mucho más jóvenes que él.
Si yo le cuento mi vida a mi peluquera, y voy de uvas a peras, imagínate lo que nos cuentan los alumnos a nosotros.
Si yo le cuento mi vida a mi peluquera, y voy de uvas a peras, imagínate lo que nos cuentan los alumnos a nosotros.
Yo no suelo tratar con padres o madres de alumnos. La mayoría de mis alumnos son mayores de edad, y desgraciadamente, con los alumnos menores, te encuentras con que hay muchos padres que no muestran mucho interés por ponerse en contacto con nosotros. Digo desgraciadamente para sus hijos, claro. Porque algunos lo necesitan. En dieciséis años en la enseñanza, habré hablado, sin exagerar, con unos cinco padres o madres, como mucho. Así que mi interlocutor, en la inmensa mayoría de los casos, es el alumno.
Las prácticas dan para mucha conversación, y acabas alcanzando niveles de confianza (sí, se podría decir confianza) con ellos de los que no eres muy consciente a veces. Y en dos años, a una persona le pasan muchas cosas. Por aquí han pasado personas que, en esos años, han encontrado o perdido el trabajo, han perdido a un familiar, se han casado, o han sabido que iban a tener un hijo. A veces dos (hijos). Un shock. Luego los traen para que los conozcamos, y es genial.
También hay personas que abandonan, por diferentes motivos. Por trabajo, por enfermedad, porque esto no es lo que pensaban, o porque sí. La Formación Profesional no es educación obligatoria, por lo que es su decisión si quieren seguir o no. A veces, es una decisión inteligente. En otros casos, pensamos que se equivocan. Pero es su decisión.
Es una pena, pero de los alumnos que abandonan, normalmente no vuelves a saber más.
Luego están los que terminan con éxito. Y algún tiempo más tarde, pasan por el centro por alguna razón, y vienen a verte. Y te cuentan que están trabajando (o no) y que se acuerdan mucho de ti. O te escriben un correo electrónico que se te saltan las lágrimas.
Y es fantástico, porque eso cierra el círculo, de alguna manera. Y te cura de todos los ratos de preocupación, o de cabreo que tenemos de vez en cuando. Que, al menos para mí, no suelen tener que ver con los alumnos, sino con cosas que nada tienen que ver con las clases, que de ésas también tenemos.
También hay personas que abandonan, por diferentes motivos. Por trabajo, por enfermedad, porque esto no es lo que pensaban, o porque sí. La Formación Profesional no es educación obligatoria, por lo que es su decisión si quieren seguir o no. A veces, es una decisión inteligente. En otros casos, pensamos que se equivocan. Pero es su decisión.
Es una pena, pero de los alumnos que abandonan, normalmente no vuelves a saber más.
Luego están los que terminan con éxito. Y algún tiempo más tarde, pasan por el centro por alguna razón, y vienen a verte. Y te cuentan que están trabajando (o no) y que se acuerdan mucho de ti. O te escriben un correo electrónico que se te saltan las lágrimas.
Y es fantástico, porque eso cierra el círculo, de alguna manera. Y te cura de todos los ratos de preocupación, o de cabreo que tenemos de vez en cuando. Que, al menos para mí, no suelen tener que ver con los alumnos, sino con cosas que nada tienen que ver con las clases, que de ésas también tenemos.
De verdad pienso que es lo mejor de este trabajo. La cantidad de gente con la que trabajas, y sobre la que influyes de alguna manera, para bien. Aunque a lo mejor influir es un verbo un poco grande.
Me está quedando la entrada un poco larga. Y un poco buenoide. No voy a mentir, también hay personas con las que no consigues conectar, por mil razones distintas, o personas problemáticas (las menos), incluso algunas con las que no te apetece conectar en absoluto. No queda muy bien decirlo, pero a veces también es así. Tú lo sabes, y ellos también. Supongo que algunos de mis alumnos o exalumnos pensarán lo mismo de mí. También va en mi sueldo. Pero no sería muy elegante hablar de eso aquí, ¿verdad? Así que vamos a dejar así ese tema.
Termino ya. Tengo que poner dos exámenes. Y eso sí que no puede esperar.
Termino ya. Tengo que poner dos exámenes. Y eso sí que no puede esperar.
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