Hoy me voy a meter en un jardín.
Últimamente, de los profesores se esperan más cosas que simplemente impartir ciertas materias. Se espera de nosotros, no solo que transmitamos conocimientos, digamos, técnicos, sino que además nos ocupemos de otras cosas. En los coles y en los institutos se enseñan valores, educación vial, educación sexual (aunque en esto queda muchísimo camino por recorrer), hasta hay peticiones de que haya asignaturas relacionadas con la prevención de la violencia de género.
Incluso en los centros más orientados a formar a las personas en el aspecto profesional, como el mío, se dan charlas sobre prevención de adicciones, de violencia de género, de acoso escolar, etc.
Así que hoy quería tratar un tema relacionado con estos aspectos, que no tiene nada que ver con lo que yo hago normalmente en clase. Todo viene al hilo de una cosa que me contaron el otro día.
Empiezo.
Mi marido, que es profesor también, pero de la familia de Mantenimiento de Vehículos, participa en varios proyectos que incluyen el diseño y fabricación de prototipos, y la participación en diferentes competiciones con estos mismos prototipos. Esto implica viajar, y siempre, en estos viajes, participan alumnos que normalmente han estado trabajando en el proyecto durante el curso. Viajan dentro de España, pero también fuera. Han estado en Alemania, Francia y Reino Unido en los últimos ocho o nueve años. Lo digo porque a estos chicos les interesa el proyecto, claro, y les suele motivar mucho la posibilidad de hacer el viaje.
Este fin de semana están en Burgos. Mientras preparaban el viaje, ellos y el resto de equipos de otras ciudades, un compañero le comenta a mi marido que uno de los chicos que iba a viajar con ellos se ha descolgado del viaje. Y cuando el profesor le pregunta cuál es el problema, la respuesta es "es que no puedo ir, porque mi novia no me deja".
Vamos a ver.
Un chico de dieciocho o diecinueve años, que renuncia a hacer un viaje con sus compañeros, dentro de un proyecto para el cual ha estado trabajando fuera de su horario lectivo, porque su novia no le deja ir.
Espero que esto se entienda bien. Yo estaría escribiendo esto exactamente igual, si la prohibición hubiese venido de un hombre. A lo mejor incluso lo hubiese hecho con más ganas, porque yo soy una mujer, y estas cosas me ponen especialmente nerviosa.
No sé qué hubiese hecho yo en ese momento si ese alumno hubiese sido uno de los míos. O a lo mejor sí lo sé.
No sé cómo llega una persona a estar en una situación como esa, o a provocarla. Tal vez lo han visto en su entorno, y reproducen conductas o roles que tienen más o menos asumidos. Por si acaso, por si esa es la única visión que tienen sobre el asunto, voy a dar la mía, que es radicalmente distinta.
Antes de empezar. Éste es mi blog personal. No representa ninguna visión oficial de mi departamento, ni de mi centro, ni de mi administración. Es lo que pienso yo. Es mi postura.
Y como es mi blog, escribo lo que yo quiero. Como es mi opinión, pienso que es la correcta. Pienso que si las cosas funcionasen de otro modo, nos iría mejor de lo que nos va en ciertos aspectos. Y me da mucha pena, y a veces mucha rabia, que no sea así. No sólo si afecta a alumnos, sino también en otras personas.
Pues sigo...
Da igual si la relación tiene un mes o dieciocho años...
En una relación de pareja, o de amistad, nadie tiene derecho a decirle a la otra persona lo que debe o no debe hacer.
La otra persona no es más que tú. Ni tú eres más que la otra persona.
Nadie tiene poder sobre tí, a no ser que tú se lo des. No se lo des.
Nadie puede obligarte a renunciar a nada, a no ser que tú le des esa potestad.
No tienes que soportar cosas que no quieres soportar. Ni ciertas opiniones, ni ciertas actitudes, ni ciertos consejos, ni ciertas presiones.
Nadie puede decirte con quién tienes que hablar, chatear o relacionarte, dónde puedes o no puedes ir, o cómo te tienes que vestir, a no ser que tú se lo permitas. No se lo permitas.
Por supuesto, si nadie puede actuar de este modo hacia tí, tú tampoco puedes actuar así hacia la otra persona.
Y para que conste, todo esto no quiere decir que quieras menos a la otra persona.
Se puede querer muchísimo a otra persona y no tener que tragar con nada. Se puede querer muchísimo a otra persona y opinar diferente, relacionarte con otras personas, tener intereses distintos y tener libertad de movimiento.
Cuando lleguéis a situaciones personales más complejas, vais a tener que renunciar a algunas cosas, porque tendréis un trabajo con un horario que cumplir, o porque tendréis hijos que atender... o por otras mil cosas distintas.
Pero dejar de hacer cosas que te apetece hacer porque es la voluntad impuesta (y consentida) de una persona con quien compartes una relación, es simplemente absurdo. Una relación que se basa en someter la voluntad del otro (aunque sea una actitud mutua, lo que sucede en ocasiones) está viciada desde el principio.
Por último. Si con dieciocho años, una persona permite a su pareja ejercer una posición así (mi novia no me deja) sobre ella misma, no quiero pensar qué permitirá o qué situaciones generará más adelante. Creo firmemente que hay cosas que no hay que dejar pasar, desde el minuto cero. En ningún caso.
Y ya está. Sólo comentar que el alumno en cuestión no acudió al viaje. Espero de verdad que no se pierda más, pero no lo tengo claro.
RT
ResponderEliminarLas buenas relaciones son las que te hacen volar!