Depende, o el problema de la incertidumbre

Hace unos días encontré un hilo en Twitter que me llamó la atención.
Había tres participantes, y uno de ellos era Aitor Sánchez (@midietacojea), autor de un blog sobre nutrición y un libro sobre el mismo tema y con el mismo nombre, y un referente en divulgación sobre nutrición ahora mismo. Su curriculum es enorme, si tenéis curiosidad por saber más de él, podéis pinchar aquí. Vale la pena.

Parece que alguien había hecho una pregunta sobre las grasas vegetales, y quería que le dijeran cuál era más saludable entre dos opciones (creo que grasa de girasol y de coco, pero no lo recuerdo bien). El caso es que la respuesta de Aitor no satisfizo a quien preguntaba, porque va y se le ocurre decir que eso dependía. Dependía de varios factores, y así se lo hizo saber. Qué has dicho.

La otra persona, que esperaba una respuesta que señalase una de las dos grasas, no estaba precisamente contenta. Pronto se hizo evidente que era inútil intentar explicarle nada, porque lo cierto era que no estaba dispuesto a entender nada. Él había ido a por el tipo de respuesta que él quería, y que le dejaran la puerta abierta no le gustó. No le gustó nada (en plan "no eres capaz de responder una simple pregunta", etc.).

Al margen de que el tono de esta persona en cuestión no era precisamente pacífico, lo que me llamó la atención es que ésto es algo que yo vivo en clase muchas veces. No el cabreo, mis alumnos se suelen comportar de una forma más razonable, sino el hecho de que, en muchas cosas, no se puede dar una respuesta absoluta a ciertas preguntas.

Creo que "depende" es de las palabras que más se oyen en mis clases. No voy a hablar de nutrición aquí, porque no es lo mío (pese a que imparta un módulo que se llama Nutrición y Seguridad Alimentaria a mis alumnos de segundo, pero eso es otro tema), pero en tecnología de los alimentos, que sí es lo mío, ocurre lo mismo.

¿A qué temperatura hay que poner una cámara para almacenar fruta? Depende de la fruta, de su estado de madurez, de cuánto etileno libera y de si es sensible a él,  de si quieres que aguante o que empiece a madurar...

¿Qué tratamiento térmico es mejor para la leche? Depende de si vas a refrigerar después o no, del recuento inicial de microorganismos que tengas, de si es leche para consumo o para elaborar productos lácteos... 
Un comentario sobre esto: en este caso, lo que sí es seguro es que hay que darle un tratamiento térmico. La leche sin tratar no es segura, y trae problemas, pese a que actualmente alguna comunidad autónoma se esté planteando permitir la venta de leche cruda. Así que, hasta en este tema, alguno debe tener dudas... 
Sobre este tema (y sobre el siguiente) hay una entrada buenísima en otro blog buenísimo, Gominolas de petróleo (@gominolasdpetro). También vale la pena.

¿Es normal que la carne desprenda agua? Pues hasta cierto punto sí, pero también depende de algunos factores, como su pH, si es una carne DFD o PSE (un par de defectos de la carne que afectan a su capacidad de retención de agua), o si ha sido congelada previamente, y en qué condiciones. 

Vamos, que en una matriz tan compleja como es un alimento, sea del origen que sea, el comportamiento que va a tener no puede explicarse sin tener en cuenta una cantidad relativamente grande  de aspectos que se interrelacionan.

La segunda parte es que los alumnos lleguen a saber convivir con esto. Al principio cuesta un montón,  muchas veces llegan con una visión más simple (o menos compleja, como queráis) de las cosas, y demandan respuestas claras y concretas, sobre todo en temas que no controlan aún. 

Y además en un campo del que todos sabemos algo, porque todos comemos, y en el que es muy corriente que vengan con algunas ideas preconcebidas de las que han oído durante toda la vida (porque son ideas de toda la vida), que no son necesariamente ciertas, o que necesitan verse desde un ángulo más complejo.

Introducir la incertidumbre y que la acepten es difícil para algunos alumnos, a veces deben pensar que no les damos respuestas absolutas, no porque no existan, sino porque no nos las sabemos (que es precisamente lo que pasaba en el hilo de Twitter que he mencionado antes, aparte de la mala leche que se gastaba el tío).  
Eso me ha pasado alguna vez. Darme cuenta de que quien está hablando conmigo está pensando "ésta no tiene ni idea de lo que me está contando". Sobre todo a principio de curso, cuando no se han habituado todavía a tu forma de trabajar.

Lo que pasa es que para pasar de ahí hay que querer. Hay que estar abierto a complicarse la vida, o la forma de pensar, un poco, lo que no es cómodo, definitivamente. Supongo que la opción contraria es más satisfactoria, en cierto modo, porque te da respuestas más rápido. El problema es que esas respuestas no siempre sirven. O mejor, no suelen explicar la inmensa mayoría de las cosas.
 
Pero llega un momento en que la mayoría de los alumnos llegan, alcanzan ese punto, que es muy necesario, en el que empiezan a dudar (en el sentido de plantearse otras opciones) de lo que leen o lo que les cuentas, y a verlo con más amplitud de miras. O a considerar más factores. Y entonces, la clase crece. Y te discuten, y te preguntan, y te toca buscar o pedirles que busquen más información o en otros lugares. 

Juegan, en definitiva, lo que lo hace todo mejor y más interesante. Y nos divertimos más.


 

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